Editorial
Es curioso, pero ahora la oposición aplaude el proceso de cambio y solamente pide su fortalecimiento.
Pese a los esfuerzos que hace por colgarse de las reivindicaciones de los sectores sociales que en el pasado combatieron, la oposición ha mostrado que a estas alturas no tiene una brújula que guíe sus pasos y le permita recuperar escenarios de protagonismo político con propuestas y no con demagogia.
Desde diciembre de 2005, cuando perdieron por amplio margen las elecciones generales, los opositores realizan esfuerzos por encaminar su futuro político, pese a que la ciudadanía les ha dado, año tras año y consulta tras consulta, pruebas de que perdieron la credibilidad.
Hicieron de todo, desde deslegitimar el triunfo logrado en los comicios de 2005 por el jefe del Movimiento Al Socialismo (MAS), Evo Morales Ayma, al que consideraban “efímero y una casualidad”, porque creían que en unos tres meses el pueblo iba a llamarlos a gritos para que asuman nuevamente la conducción de la nave del Estado.
La fuerza de los hechos les hizo ver lo equivocados que estaban, a lo que se sumó que algunos de sus otrora líderes prefirieron abandonar a sus bases y huir al exterior a fin de no encarar ante la justicia las acusaciones que pesan en su contra por delitos contra la democracia y la economía del Estado.
Fueron sumando fracaso tras fracaso. Propusieron la revocatoria del mandato del presidente Morales y algunos de ellos resultaron revocados, como es el caso de los entonces prefectos de Cochabamba y de La Paz, Manfred Reyes Villa y José Luis Paredes, respectivamente, quienes optaron por irse al exterior porque se autoconsideraron perseguidos políticos, cuando en los hechos fue el pueblo el que les dijo en las urnas que perdieron su confianza.
Poco después los grupos de oposición intentaron crear condiciones de inestabilidad con ayuda externa, que dio como consecuencia una masacre de campesinos en la población de Porvenir, Pando. El entonces prefecto de este departamento, Leopoldo Fernández, fue acusado de ser el autor intelectual de esos luctuosos hechos y actualmente está recluido en una cárcel de La Paz.
Poco tiempo después, el entonces gobernador de Tarija, Mario Cossío, prefirió irse a Paraguay, donde obtuvo asilo porque se declaró un “perseguido político” sin recordar que su salida voluntaria del país se produjo para no responder ante la justicia por acusaciones de delitos económicos contra el Estado.
Deseosos por volver al poder, otros grupos opositores asentados en algunas regiones intentaron hasta promover una violenta escisión nacional que iba a ser provocada por mercenarios extranjeros con la pretensión de desencadenar una guerra civil: todo para negarse a respetar la decisión del pueblo en las urnas.
Hoy esas agrupaciones de la oposición siguen sin tener propuestas políticas alternativas que le hagan frente al proceso de cambio y de reformas estructurales a cargo del presidente Morales que les permitan soñar con su retorno al poder, que lo usufructuaron desde 1985 hasta enero de 2006.
Curiosamente, lo que antes negaban a rajatabla, que es el proceso de cambio, hoy lo aceptan y solamente atinan a manifestar que es necesario acelerar y profundizar esos cambios.
Ese posicionamiento es confuso porque en sus administraciones alentaron la enajenación del patrimonio nacional bajo el manto de un denominado proceso de “capitalización” de empresas estatales que choca con la nacionalización de recursos y consorcios nacionales que lleva adelante el Gobierno desde 2006.
¿O tal vez su propuesta sea retornar a las privatizaciones que colocaron la riqueza nacional en manos de intereses extranjeros y no del país?