viernes, 10 de agosto de 2012

La bajeza e intolerancia política

http://www.cambio.bo/editorial/20120810/la_bajeza_e_intolerancia_politica_76959.htm

Editorial

Los falsos rumores vertidos por el jefe de Unidad Nacional (UN) y millonario empresario del cemento, Samuel Doria Medina, contra la ministra de Desarrollo Rural, Nemesia Achacollo, y su familia, muestran el grado de bajeza y la falta de escrúpulos a los llegan algunos políticos en su afán de poder y de odio racista y discriminatorio.

Es tal el odio y frustración de estos políticos por no haber captado el apoyo popular que no reparan en difamar a mujeres y a sus familias, lo que muestra su grado de educación y de respeto, más allá de los títulos universitarios que puedan adornar las paredes de sus casas.

Esta vez las víctimas de Doria Medina fueron la ministra Achacollo y una de sus hijas por la difusión en algunas redes sociales y hasta en medios de comunicación privados de versiones que mellan la dignidad de la mujer con el único objetivo de afectar la imagen del presidente Evo Morales.

Doria Medina, quien participó sin éxito en varias elecciones como candidato sin recibir el respaldo del pueblo, parece que ha optado por utilizar la difamación y la mentira para escalar puestos en la consideración del ciudadano.

Con certeza que no conocen la idiosincrasia del pueblo, que jamás respalda a quienes usan esos instrumentos para crecer, toda vez que los bolivianos tienen bien sentados sus valores de respeto a la dignidad.

Es igualmente lamentable que algunos medios de comunicación hayan dado escenario a las afirmaciones del político, vertidas inicialmente por Twitter, tornándose en ecos de mentiras y manipulación mediática.

No es la primera vez que estos medios se hacen eco de mentiras, que las presentan como verdades, sin respetar el Código de Ética que debe marcar su trabajo.

Lo sucedido contra la ministra Achacollo debería mover a una profunda reflexión en los periodistas de estos medios para no ser utilizados por políticos que tienen como instrumento “la guerra sucia” para ganar votos y el apoyo popular. defenestrando a sus contendientes.