jueves, 23 de agosto de 2012

La “inseguridad” como intoxicación

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Criminalización mediática

La prensa escrita propone, la TV perfecciona, propaga y disciplina. La vuelta de tuerca desde la cual la palabra impresa y los contenidos audiovisuales se complementan. Las cámaras de seguridad como fetiche. Clarín impone, Mauro Viale desparrama: sangre, miedo y farándula, una fórmula que el periodismo basura consagra y adora.
Por Giselle Dal Mas y Leonardo Spivak | Desde la Redacción de AgePeBA - 20|08|2012
 
La criminología mediática no descansa y semana tras semana colma las páginas de la prensa dominante argetnina con tragedias, robos y asesinatos, convirtiendo a sus secciones “de policiales” en uno de los principales ejes para el despliegue de su estrategia difusora del miedo colectivo y tendiente a las diatribas contra la política, el Estado y las instituciones sociales en su conjunto. En definitiva, a la creación de escenarios adversos al Gobierno Nacional, y lo que es peor aún, al orden democrático que garantiza la Constitución Nacional.

En esa lógica se explican las campañas de esa prensa a favor de la cárcel como mero castigo o venganza, del endurecimiento de las penas, de la baja en la edad de la imputabilidad y de cada vez mayores medidas restrictivas de las libertades personales. El histérico reclamo “se-gu-ri-dad, se-gu-ri-dad”, apela siempre a las mismas soluciones: mayor presencia policial en las calles, leyes más severas, cámaras de seguridad y un sinfín de etcéteras resumido por el catedrático y ministro de la Corte Suprema de Justicia Raúl Eugenio Zaffaroni, con la fórmula “a mayor represión, menor libertad y mayor seguridad”.

Los contenidos de la criminología mediática se incuban y se sistematizan en la prensa escrita. Son los grandes medios gráficos nacionales los encargados de marcar la agenda en torno al tema seguridad e imponerlos sobre la denominada opinión pública. Pero es en la televisión donde estos contenidos maduran y adquieren vida. La pantalla de la TV cumple a la perfección un papel potenciador de la agenda de seguridad, contando para ello con el innegable poder y atractivo cautivador del medio audiovisual, que opera en un espacio de casi completud social: en todos los ámbitos de la vivienda personal, particularmente como última luz en ser apagada en los dormitorios; en los bares, en los subtes, en los lugares de trabajo, en las terminales de transporte público.

En ese contexto, puede observarse que el impacto de las cámaras ocultas -recordar el auge de programas de supuesto “periodismo de investigación” durante los 90’- hoy es reemplazado por las cámaras de seguridad -instrumento fetiche de la prensa en general-, presentadas siempre con enorme dramatismo y muchas veces musicalizadas por algún amante del cine de horror.

Con las cámaras de seguridad, la televisión aprovecha la potencia de la imagen para difundir el miedo, reproduce las nuevas “modalidades delictivas” tipificadas en la prensa escrita. No es lo mismo leer sobre un ataque de pirañas, que ver un ataque de pirañas. Una imagen valdría más que mil palabras según suelen predicar desde la TV; pero una imagen es también descontextualización, manipulación y simplificación pura.