Opinión
Por Patricio Montesinos
La exacerbación de diferendos sociales internos, las tensas relaciones entre los Gobiernos de Santiago de Chile y La Paz por el conocido diferendo marítimo, y las revelaciones de prensa sobre la posible instalación de bases militares de Estados Unidos en la frontera de Paraguay con Bolivia ponen en evidencia un claro plan de Washington de cercar a esta nación sudamericana.
Los acontecimientos de las últimas semanas relacionados con Bolivia demuestran que la administración norteamericana organiza un complot dirigido a intentar, con un supuesto derrocamiento del presidente Evo Morales, romper el proceso de integración que actualmente vive Latinoamérica, contrario a los intereses hegemónicos de la Casa Blanca, luego del reciente golpe de estado contra el mandatario paraguayo Fernando Lugo. Estados Unidos considera que Bolivia puede ser ahora el eslabón más débil de la cadena que hoy une en América Latina a un importante grupo de países inmersos en procesos revolucionarios y de defensa de su soberanía e independencia, que nada quieren saber acerca del otrora dominio de Washington en esta región.
A juicio de analistas políticos, para conseguir materializar su nuevo plan perverso, la Casa Blanca cuenta con el respaldo de la derecha gobernante en Chile, que ha endurecido sus posiciones hacia su vecina Bolivia, y a los golpistas franquistas paraguayos, financiados por el Pentágono y sus servicios secretos.
Precisamente reportes de prensa revelaron hace pocos días que un
diputado ultraderechista implicado en el derrocamiento de Lugo negoció
con el régimen de Barack Obama la instalación de bases militares
norteamericanas en la frontera paraguayo-boliviana.
Washington todavía no ha reaccionado ante esa peligrosa noticia, como suele hacerlo siempre cuando maquina sus actuaciones de desestabilización o sus agresiones militares contra cualquier nación del mundo, pero lo cierto es que cuando el río suena es porque piedras trae, según reza un refranero popular.
El complot de Estados Unidos incluye además acciones subversivas internas concebidas con la debilitada y desprestigiada derecha tradicional en Bolivia, implicada directamente en el motín policial que se escenificó hace dos semanas en este país, y en exacerbados conflictos indígenas, como el de la región de Tipnis, que han sido utilizados para crear una imagen de supuesto caos y debilitamiento del ejecutivo del presidente Morales.
Por supuesto que la prensa conservadora nacional, además de conocidos
medios internacionales golpistas, como la cadena norteamericana CNN y
otros españoles como El País, del consorcio conspirativo mediático
Prisa, forman parte de la operación desestabilizadora contra Bolivia.
Pero para pesar de Washington, que menosprecia la inteligencia natural de la cultura milenaria indígena, las autoridades y pueblo bolivianos están al tanto de cuanto paso dan sus adversarios para dar al traste con el proceso de cambios en curso en esta nación sudamericana, donde prima la serenidad y la respuesta adecuada en el lugar y momento oportunos.
Los complotados contra Bolivia, semejantes a los que lo hicieron en Paraguay y lo hacen también contra Venezuela y Ecuador, por citar algunos países blancos permanentes de la Casa Blanca, no podrán materializar su objetivo porque Evo cuenta con el respaldo popular suficiente para asestarles otra derrota a sus enemigos.