miércoles, 14 de marzo de 2012

Domitila Chungara, fuiste lo único cierto en la batalla

http://www.cambio.bo/opinion/20120314/domitila_chungara,__fuiste_lo_unico_cierto_en_la_batalla_66563.htm

Opinión

“Débil orquídea frente a la metralla/ pequeña flor blindada ante la muerte/ Domitila Chungara en esta suerte/ fuiste lo único cierto en la batalla”.

Por Coco Manto

En ese tiempo nos impusimos la amarga penitencia de no hablar más de Bolivia, porque desde que salimos al destierro empujados por Banzer no podíamos empatar nuestra tristeza y rabia con la alucinante redondez de la esperanza. Todo en nosotros era queja y denuncia.

En 1972, el caricaturista mexicano Eduardo del Río, Rius —autor de las revistas Los Supermachos y Los Agachados—, nos invitó a su casa de Cuernavaca y en tono casi recriminatorio me pidió dejar la queja pendeja y poner en libertad al humorista que llevaba dentro, porque había que convertir a las dictaduras en dictaburlas.

Ahí, sobre la marcha, sacamos una edición de Los Agachados (65 mil ejemplares) cortando con filos de ironía la malaleche de la dictadura fascista impuesta a Bolivia el sábado 21 de agosto de 1971. Aquella revista de risueña agresividad antiimperialista se vendió toda en menos de 3 días. No sin estremecimiento volví a leerla 32 años después en una hemeroteca del gobierno federal mexicano. Nada de lo que allí escribimos aquella vez dejó de cumplirse en Bolivia. Fatal y venturosamente.

Fue entonces que decidimos ya no llorarnos las mentiras sino cantarnos las verdades. En esa fase de enfrentamientos para ganar la vida y lograr el triunfo revolucionario topamos con el suceso del libro Si me permiten hablar.

La historia es ésta: en 1976 procedente de México llegó a Lima la socióloga brasileña Moema Viezzer con once cintas magnetofónicas grabadas durante 5 horas por la testimoniera Domitila Barrios de Chungara. Aquella intelectual amazónica era (es) la esposa de Marcelo Grondin, un ex sacerdote canadiense que en las minas de Llallagua y Siglo XX tomó valiente partido por los trabajadores e indios del norte de Potosí y se enfrentó a las dictaduras de Barrientos y Banzer.

El cura Marcelo fue desterrado en 1972 y decidió radicarse en México, donde conoció a Moema, quien había llegado al DF para asistir a la Primera Conferencia Mundial de Mujeres en 1975.

En esa pionera reunión de las féminas del mundo intervino la delegada boliviana Domitila Barrios de Chungara, una mujer de las minas de Siglo XX, quien denunció, “en la Tribuna”, como suele decir ella, la crueldad homicida de la dictadura del fascista Banzer y el cogobierno que hacían movimientistas y falangistas de la más infame ralea.

“¡Padre Marcelo, cómo estás, te extrañamos mucho en Llallagua!”, exclamó Domitila cuando el ex oblato se encontró con ella en la sede de la conferencia feminista. “Ya no soy cura, Domitila, y esta señora es mi compañera”, repuso Grondin señalando a Moema.

Fue el comienzo del libro alumbrador que escribió aquella indómita brasileña que, por cierto, estuvo presente en la Cumbre Climática de Cochabamba, en abril de este año (2010), y fue a la casa de Domitila para “darnos un abrazo con la fuerza de la esperanza”, según nos dijo.

Escribió Viezzer Si me permiten hablar luego de que bajo mi responsabilidad algunos exiliados radicados en Lima —Norma Sevillano, entre ellos— copiaran en mi casa durante tres semanas el tumultuoso y aguerrido relato grabado de aquella mujer de Llallagua, la indómita Domitila, que ahora, en estos días, a sus 73 años, estuvo atrapada por un cáncer pulmonar en Cochabamba. (*)

(NR.- Domitila Chungara falleció la madrugada de este martes 13 en Cochabamba como consecuencia de la fatal enfermedad).

Ese libro impreso por la editorial mexicana Siglo XXI en 1977 fue traducido a 21 idiomas y sirvió para exhibir no sólo la sangrienta máscara del fascismo sino para destripar al monstruo imperialista de la “Seguridad Nacional”, doctrina que socapó, financió e instrumentó a los dictadores Banzer, Pinochet, Videla y demás jauría conosureña.

A esta hora, deseo transcribir un fragmento de lo que en 1980, en la víspera de otro exilio y en la sombra de la clandestinidad, escribí para aquella mujer de fuego y copajira: “Débil orquídea frente a la metralla/ pequeña flor blindada ante la muerte/ Domitila Chungara en esta suerte/ fuiste lo único cierto en la batalla”.

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