La corona fue hallados junto a restos óseos, prueban la existencia de una cultura poderosa
Se trata de una tumba real y el ajuar de una comerciante, según los arqueólogos asombrados por el hallazgo
Jorge A. Arancibia Cossío - ICHILO - 11/04/2015
Un
descubrimiento que asombró a los arqueólogos por la importancia de las
piezas halladas que prueban la existencia de una cultura que habitó lo
que hoy es San Carlos (Ichilo), hace 1.000 años, fue desvelado a EL
DEBER por el equipo de arqueólogos de la Gobernación que trabaja en el
estudio del material hallado en la zona.
Una corona de bronce y collares de perlas preciosas, además de restos óseos de humanos, demuestran que existió una cultura que llegó a evolucionar o desarrollar su organización social al nivel de los pequeños reinos medievales, donde hubo familias y clanes con un poder que les permitió establecer contacto con otras culturas y civilización que le manufacturaron y trajeron una corona de bronce forjada desde los flancos andinos.
EstudioTras la limpieza de restos en el museo de San Carlos, el equipo de arqueología de la Gobernación se asombró al encontrar restos de una corona de bronce descubierta en alrededores de San Carlos, y rescatada de un entierro en urna (tradición funeraria del siglo IX en la Amazonia) por el señor Moreno Giust y más tarde catalogada por el profesor Omar Claure, que trabajó en la entonces Prefectura de Santa Cruz.
Los arqueólogos Danilo Drakic y Luis Calizaya, a cargo del estudio, indicaron que el museo de San Carlos expone un collar de piedras preciosas de lapislázuli y turquesa que rescató Moreno Giust junto a un cráneo humano y dos vasijas que no son del tipo de utilería de la región; después de la limpieza, se determinó que los restos eran de una mujer de cerca de 30 años y que presenta una leve deformación craneana, típica de grupos o castas de élites como fueron los comerciantes hace más de 1.000 años.
La historia fantástica que cuentan los restos arqueológicos de la mujer de 30 años fundamenta la existencia de una red caminera de comercio o intercambio entre San Carlos, los valles cruceños, el Chaco, donde también se han descubierto restos de piedras preciosas, y el desierto de Atacama, donde se explotó dichas piedras codiciadas por las élites prehispánicas.
CulturasDe acuerdo con Drakic y Calizaya, pocas culturas prehispánicas emplearon el bronce; entre ellos destaca la cultura formativa de Chuquicamata en Chile, chiripa en el lago Titicaca, los tiwanaku y los incas, que explotaron sus montañas; en la Amazonia el uso no fue común, incluso durante la conquista y la Colonia española, cuando los indígenas no usaban el metal como adorno o utensilios de acuerdo con las crónicas españolas.
Por esta razón, el descubrimiento de un entierro amazónico en urna y con los restos de un individuo que portaba una corona de metal es un hecho insólito y sorprendente en la región amazónica de Santa Cruz.
Bronce
La fuente más importante de cobre (metal para conseguir el bronce) está en el desierto de Atacama en la mina prehispánica de Chuquicamata (Chile), donde durante los siglos VI y XII la cultura tiwanaku explotó cantidades de metal destinado a utensilios de guerra y adornos como talismanes de la religiosidad de la época. Junto a las minas de cobre también se destacan las fuentes de las piedras de lapislázuli y turquesa que, por su color verduzco, eran apreciadas por las élites y por tal comercializados a lo largo de los Andes y la Amazonia
Una corona de bronce y collares de perlas preciosas, además de restos óseos de humanos, demuestran que existió una cultura que llegó a evolucionar o desarrollar su organización social al nivel de los pequeños reinos medievales, donde hubo familias y clanes con un poder que les permitió establecer contacto con otras culturas y civilización que le manufacturaron y trajeron una corona de bronce forjada desde los flancos andinos.
EstudioTras la limpieza de restos en el museo de San Carlos, el equipo de arqueología de la Gobernación se asombró al encontrar restos de una corona de bronce descubierta en alrededores de San Carlos, y rescatada de un entierro en urna (tradición funeraria del siglo IX en la Amazonia) por el señor Moreno Giust y más tarde catalogada por el profesor Omar Claure, que trabajó en la entonces Prefectura de Santa Cruz.
Los arqueólogos Danilo Drakic y Luis Calizaya, a cargo del estudio, indicaron que el museo de San Carlos expone un collar de piedras preciosas de lapislázuli y turquesa que rescató Moreno Giust junto a un cráneo humano y dos vasijas que no son del tipo de utilería de la región; después de la limpieza, se determinó que los restos eran de una mujer de cerca de 30 años y que presenta una leve deformación craneana, típica de grupos o castas de élites como fueron los comerciantes hace más de 1.000 años.
La historia fantástica que cuentan los restos arqueológicos de la mujer de 30 años fundamenta la existencia de una red caminera de comercio o intercambio entre San Carlos, los valles cruceños, el Chaco, donde también se han descubierto restos de piedras preciosas, y el desierto de Atacama, donde se explotó dichas piedras codiciadas por las élites prehispánicas.
CulturasDe acuerdo con Drakic y Calizaya, pocas culturas prehispánicas emplearon el bronce; entre ellos destaca la cultura formativa de Chuquicamata en Chile, chiripa en el lago Titicaca, los tiwanaku y los incas, que explotaron sus montañas; en la Amazonia el uso no fue común, incluso durante la conquista y la Colonia española, cuando los indígenas no usaban el metal como adorno o utensilios de acuerdo con las crónicas españolas.
Por esta razón, el descubrimiento de un entierro amazónico en urna y con los restos de un individuo que portaba una corona de metal es un hecho insólito y sorprendente en la región amazónica de Santa Cruz.
Bronce
La fuente más importante de cobre (metal para conseguir el bronce) está en el desierto de Atacama en la mina prehispánica de Chuquicamata (Chile), donde durante los siglos VI y XII la cultura tiwanaku explotó cantidades de metal destinado a utensilios de guerra y adornos como talismanes de la religiosidad de la época. Junto a las minas de cobre también se destacan las fuentes de las piedras de lapislázuli y turquesa que, por su color verduzco, eran apreciadas por las élites y por tal comercializados a lo largo de los Andes y la Amazonia
