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HUGO MARTINEZ ABARCA / REBELION – La fuga
del ex prefecto y senador opositor Roger Pinto –acusado y sentenciado
por delitos de corrupción en Bolivia-, ha contado con la activa
participación de Eduardo Saboia, un diplomático brasileño con estrechas
relaciones con el Departamento de Estado de los Estados Unidos que el 23
de agosto escuchó “la voz de dios” que le decía “ahora es cuando”.
Las
revelaciones sobre la fuga del ex prefecto de Pando, Roger Pinto,
procesado y sentenciado por delitos de corrupción, está recién por
conocerse. Todo indica, sin embargo, que el viernes del 23 de agosto,
bajo la dirección del encargado de Negocios del Brasil, Eduardo Saboia,
quien escuchó “la voz de dios”, fue la tercera y última vez que se puso
en marcha, esta vez exitosamente, el plan de su salida ilegal de
Bolivia.
Pinto salió de La Paz en un automóvil con chapa diplomática a las 15
horas de ese viernes. Debidamente escoltado por Saboia –quien a las 8 de
la mañana de ese día como era habitual hizo sus ejercicios físicos en
el Club Hípico “Los Sargentos”, aunque visiblemente nervioso,- y dos
militares brasileños, el ex prefecto pandino arribó a Corumbá luego de
22 horas de viaje por tierra.
Informaciones confidenciales dan cuenta que los preparativos de un
plan de fuga se remontan a cerca de un mes antes de la III Cumbre
presidencial América del Sur-África (ASA), celebrada en febrero pasado
en Guinea Ecuatorial, donde los jefes de estado de Bolivia y Brasil
aprovecharon la oportunidad para abordar temas específicos de la agenda
bilateral, además de ratificar que la salida de Roger Pinto solo sería
procedente con la emisión del salvoconducto por parte del estado
boliviano.
Ya en ese tiempo, respaldado por el segundo hombre de la diplomacia
del Brasil en Bolivia, el abogado defensor de la ex autoridad local
boliviana, Fernando Tiburcio, deslizó la idea de que dada la posición de
ambos presidentes, que seguro la ratificarían en Guinea Ecuatorial,
quizá era mejor desplegar un operativo terrestre para sacar a Pinto del
territorio boliviano. Eso le quitaba la presión a ambos gobiernos (a uno
que se negaba a dar el salvoconducto y al otro que no lo iba a recibir
sin ese documento) y abría las puertas, a partir del principio de no
devolución, para negociar el pedido de asilo con un tercer país.
Es más, el plan de la derecha internacional para proteger a Pinto se
empezó a implementar días antes de que el ex prefecto y senador
ingresara a la embajada de Brasil en La Paz en demanda de asilo. Los
parlamentarios Adrián Oliva y Jeanine Añez visitaron al senado de
Brasil, respaldados por José Sarney, los primeros días de mayo de 2012,
para "denunciar la persecución política contra la oposición" en Bolivia y
hablaron de manera particular de Pinto, quien se encontraba cada día más
cercado por la justicia boliviana.
Es evidente que el plan de fuga giraba alrededor de la construcción
de dos matrices de opinión articuladas: la violación de sus libertades
políticas y civiles, desde el principio, y razones de salud, después.
El plan de fuga llegó, aunque no se sabe con qué detalles, a oídos de
la presidenta del Brasil, Dilma Rousseff, quien prohibió ese tipo de
traslado. De acuerdo a la Red O Globo el caso también fue conocido por
el Procurador General de ese país, quien hizo conocer su negativa a los
planes de fuga. Esto quiere decir, que la salida ilegal de Pinto ya fue
conocida en algún nivel del ejecutivo brasileño hace varios meses.
Saboia y Pinto tuvieron que dar un paso atrás. La posición de la jefe
de estado brasileña los desalentó por las consecuencias que se iban a
generar. Pero no solo eso. Si bien el embajador Marcel Biato ejerció una
presión hacia el gobierno boliviano para obtener el salvoconducto,
hasta tal punto que fue calificado como un “portavoz político” de Roger
Pinto, al mismo tiempo representaba un obstáculo para el desarrollo de
una salida por fuera de los convenios internacionales.
Pero la decisión estaba tomada. Pocos meses después se optó por
construir un manto de legalidad a los planes de fuga. El 17 de mayo
pasado, Pinto presentó, a través de su abogado, una demanda de habeas
corpus contra la presidenta Dilma Rousseff. Conocedor de los “tiempos
legales” en Brasil, la defensa esperaba que la audiencia se llevara a
cabo máximo a fines de julio o principios de agosto.
La táctica de la defensa era muy clara. Si el Tribunal Supremo
Federal declaraba procedente la demanda de habeas corpus, no movía un
milímetro la negativa boliviana de concederle el salvoconducto, pero si
abría las puertas para que el estado brasileño no reaccionara
negativamente ante el ingreso “no convencional” de Pinto en su
territorio, aunque sea para permanecer temporalmente hasta negociar con
un tercer país. El instrumento para tal plan seguía siendo un automóvil
con chapa diplomática.
Que el plan de una salida ilegal de territorio boliviano si existió,
lo prueba un informe de la Advocacia-Geral da União (AGU) de Brasil -un
órgano de defensa y asesoramiento jurídico del Poder Ejecutivo
brasileño-, que da cuenta de la imposibilidad de que el gobierno de
Dilma Rousseff conceda un vehículo diplomático para que el senador Roger
Pinto salga de Bolivia.
A pesar del duro golpe que representaba la posición del gobierno
brasileño, Saboia y Pinto no abandonaron el plan. Solo era una cuestión
de tiempo. De acuerdo a información preliminar se pensó activar la fuga
el 6 de agosto pasado. La idea no era descabellada. Ese día es feriado
nacional en Bolivia y como es obvio todo se relaja, entre ellas la
vigilancia en las fronteras.
Sin embargo, el plan no prosperó porque si bien la voz de dios volvió
a escucharse, una presencia terrenal representaba un obstáculo casi
imposible de sortear: el embajador Biato estaba en Bolivia y era
conocida su posición. Es decir, era una ingenuidad pensar que en esas
condiciones se dispusiera del automóvil y, sobre todo, de un par de
militares de la naval brasileña para acompañar el operativo de fuga.
Otro balde de agua fría caería sobre Pinto y la articulación de la
derecha internacional esos días. La audiencia de Habeas Corpus no se iba
a llevar adelante en agosto tal como se tenía pensado sino en
septiembre. Pero además, se estimaba altamente probable que dada la
presión de los movimientos sociales, el presidente Evo Morales
dispusiera de expulsión de una parte de la embajada de los Estados
Unidos, con lo cual se perdería a uno de los apoyos más importantes que
Pinto y Saboia han tenido desde que empezó el caso.
Por lo tanto, no había ninguna noticia buena para abandonar el plan
de fuga. Además de la voz de dios, dos hechos impulsaron la ejecución
del operativo pensando y preparado durante meses: la ausencia del
embajador Marcel Biato, quien viajó a su país dos semanas antes para
abordar la fecha de su cambio hacia Suecia, y la reyerta en la cárcel de
Palmasola de la ciudad oriental de Santa Cruz.
Mejor oportunidad,
imposible: el Ministro de Gobierno y la Policía Nacional iban a
concentrar su atención en ese duro enfrentamiento que ha dejado más de
una treintena de muertos y muchos heridos, además de que se pensaba que
Carlos Romero iba a disminuir sus actividades debido a que cumplía un
año más de vida, lo que evidentemente no sucedió pues el titular de
Gobierno trabajó, como ya es habitual, hasta altas horas de la noche.
Si bien el plan había perdido uno de los componentes para darle
legalidad (el habeas corpus), el énfasis en las razones humanitarias iba
a cobrar importancia. Saboia reportaba todos los días a Itamaraty los
“serios problemas de salud” que enfrentaba Roger Pinto, a quien se lo
vio en buen estado a su arribo a Brasilia un día después de que cruzó la
frontera boliviana.
Pero el argumento de las “razones humanitarias” esgrimido por Saboia
se cayó rápidamente, no solo por el buen estado de salud de Pinto, sino
por sus declaraciones hechas en Brasilia, donde el lunes 25 dijo que
“opté por la vida, opté por proteger a una persona, a un perseguido
político”.
De todo lo que sucedió, hay algunas certezas y varias interrogantes.
Las certezas tienen que ver con lo siguiente:
primero, la existencia
de un plan de fuga concebido por Roger Pinto, su abogado, el diplomático
Saboia y la derecha internacional hace más de 6 meses.
Segundo, la firme posición de los gobiernos de Bolivia y Brasil de
estudiar el caso Pinto (porque se lo hizo varias veces), pero dentro de
los marcos establecidos por los tratados y convenios internacionales.
Tercero, la participación en algún grado de algunos altos
funcionarios de la embajada de los Estados Unidos y/o de sus servicios
secretos en la elaboración del plan de fuga.
Cuarto, la intención de enemistar a los gobiernos de ambos países al
presentar la fuga de Pinto como una acción respaldada por Rousseff e
Itamaraty, tal como señala la carta del prófugo de la justicia boliviana
al día siguiente de su salida ilegal de Bolivia.
Quinto, la apuesta de la derecha internacional para que Pinto, en
Brasil o en un tercer país, sea una de las fuentes principales para
activar el plan de conspiración contra el gobierno del presidente Evo
Morales por la presunta relación de algunos de sus altos colaboradores
con el narcotráfico.
En cuanto a las interrogantes, quizá tienen relación con:
Primero, ¿la poca información sobre la situación jurídica de Roger
Pinto trasladada a Itamaraty después del 28 de mayo de 2012 es más
atribuible al embajador Marcel Biato o al Encargado de Negocios, Eduardo
Saboia?
Segundo, ¿cuál es el papel que les ha tocado jugar a los
parlamentarios Adrián Oliva y Jeanine Añez en la ejecución del
operativo?
Tercero, ¿el sangriento enfrentamiento entre presos en la cárcel de
Palmasola el viernes 23 de agosto fue fabricado o usado para facilitar
el plan de fuga?
Cuarto, ¿no será Paraguay el tercer país al que Pinto se trasladará
en condición de refugiado? La defensa ha negado que sea Uruguay como en
su momento circuló el rumor. Lo que si parece es que ese país tiene un
nombre que termina en “guay”. Cossio lo espera.
Entonces, un necesario retorno al punto de partida. La fuga de Roger
Pinto forma parte de un plan que trasciende a la persona y que es el
resultado de un tercer intento.