Los más de 200
pescadores que habitan los alrededores del lago Poopó tienen un destello
de esperanza por la lluvia que cayó en las dos últimas semanas. Una
cantidad de agua ingresó a través de los distintos afluentes que
alimentan a la cuenca, que en 2015 se secaron.
“Estamos esperanzados por las lluvias, aunque llegaron un poco tarde;
ya es un buen augurio porque para que se llene todo el lago se necesita
mucho más y apenas dentro de un año podremos disfrutar de toda la
riqueza natural que siempre existía”, expresó ilusionado Cirilo Choque
pescador de Untavi, quien, a raíz de la sequía de la cuenca milenaria,
hoy se dedica a la albañilería.
La Razón realizó ayer un recorrido por alrededores del lago Poopó,
desde Toledo hasta Untavi, pasando por las comunidades y ranchos como
Villa Concepción, Challa Cruz, T'ola Pata y otros poblados. En todo el
trayecto pudo observar que en algunos lugares se imponían las
plantaciones de quinua, papa y cebada.
Contrariamente a lo que este diario constató el 15 de diciembre de
2015, cuando una periodista vio que de los 2.337 kilómetros cuadrados de
la cuenca lacustre solo había tres humedales de menos de un kilómetro,
ayer evidenció que en las orillas de la carretera de tierra crece pasto y
hay charcos de agua, hasta donde llegan las llamas y ovejas.
Una solitaria parihuana sobrevoló por un espacio reducido de agua,
mientras que un grupo de patos silvestres nadaba buscando alimento. En
toda la zona se sintió el olor a humedad que dejó la lluvia.
Contento,
Choque relató que hay agua en Chiarani (noroeste), K'arachiwa (norte) y
Aparumiri (norte), lugares que se encuentran en el interior de la cuenca
del Poopó. “Las aguas que corren como un río hasta la parte sur del
lago” son esperanza, dijo.
Aunque reconoció que por el momento es imposible llegar hasta el centro
del lago debido a que los alrededores están totalmente anegados, lo que
hace imposible trasladarse en un vehículo e incluso a pie por la
cantidad de barro que existe. “Además, para llegar hasta donde ya hay un
poco de agua, se debe caminar por lo menos un día entre ida y vuelta”.
La Razón publicó el 8 de diciembre de 2015 que las aguas del lago
desaparecían. En un segundo recorrido por la cuenca del Poopó, por todo
su entorno, comprobó que algunas poblaciones fueron abandonadas por sus
habitantes debido a la sequía, pero ayer los comunarios, anoticiados de
que la cuenca “revivía”, volvieron a sus casas.
Algunos hasta lograron ingresar en moto y luego a pie hasta el centro
del lago para ver hasta dónde alcanzó el agua. “Subió entre 10 y 20
centímetros, pero aún es como un pequeño hilo de agua que corre de norte
a sur, alimentado por los ríos Caquesa y Juch’u Jawira”, describió el
comunario Víctor Machaca.
Con esperanza, indicó que si sigue lloviendo se llenará la parte oeste
del lago y el rebalse colmatará las otras áreas. “Por el momento, eso
todavía no va a ser así, porque el agua que llega primero es absorbida
por el suelo, que está totalmente seco; entonces, necesitamos más
lluvias”, afirmó.
Ambrocia Álvarez acompañó al periodista en el recorrido, cargando a sus
dos hijos en la caminata sobre barro y k’auchi (alimento para ganado).
“Estamos contentos porque los sembradíos de papa, quinua y cebada
crecen, también hay pasto para el ganado; hasta tenemos para la época de
sequía”.
El segundo más grande
El lago Poopó tenía una dimensión de 84 km de largo por 55 km de ancho y
un área de 2.337 km2; era el segundo más grande del país (después del
Titicaca). Se alimenta principalmente de las aguas del Titicaca, a
través del río Desaguadero.
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