CIDH presenta sus observaciones 
preliminares tras su visita a Bolivia, y urge una investigación 
internacional para las graves violaciones de derechos humanos ocurridas 
en el marco del proceso electoral desde octubre de 2019
Fuente: http://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2019/320.asp
Washington,  D.C. - La Comisión Interamericana de Derechos Humanos 
(CIDH) delegó a su  Secretaría Ejecutiva la realización de una visita de
 observación a Bolivia  entre los días 22 y 25 de noviembre de 2019. La 
visita se realizó en el marco  de una invitación del Estado y tuvo por 
objeto recoger información sobre la  situación de derechos humanos en el
 contexto de la crisis política y social  desatada alrededor de las 
elecciones del 20 de octubre pasado en el país.
 
   La  delegación de la Secretaría Ejecutiva de la CIDH visitó las 
ciudades de La Paz,  El Alto, Cochabamba y Sacaba. Durante la visita, la
 delegación sostuvo  reuniones con altas autoridades del Estado de los 
niveles nacional y  territorial, de todas las ramas del poder público, y
 se encontró con amplios grupos  de personas y organizaciones de 
diversos sectores de la sociedad, recibiendo  sus testimonios y 
documentación; también visitó hospitales, centros de  detención, 
despachos defensoriales, y comunidades afectadas por la violencia. 
Así,
 durante su primer día la delegación de la CIDH se reunió con  
representantes del Ministerio de la Presidencia, el Ministerio de 
Gobierno, el  Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de 
Justicia, y el Instituto  de Investigación Forense, así como con 
representantes de la Fiscalía General  del Estado, incluyendo al Fiscal 
de La Paz, y de la Defensoría del Pueblo. 
Ese  mismo día, se entrevistó 
con representantes de la Oficina del Alto Comisionado  de las Naciones 
Unidas, y visitó la sede diplomática de México en La Paz. El segundo  
día, la delegación se reunió con el Procurador General del Estado, con 
los  Presidentes de la Cámara de Senadores y de la Cámara de Diputados 
de la  Asamblea Legislativa, la Fuerza Especial de Lucha contra el 
Crimen (FELCC) y el  Tribunal Departamental de Justicia de La Paz. 
Al 
segundo día en la tarde se  celebró una reunión plenaria con numerosas 
organizaciones de derechos humanos,  partidos y organizaciones políticas
 de todas las representaciones,  organizaciones indígenas, agrupaciones 
de víctimas, el Comité Nacional de  Defensa de la Democracia (CONADE), 
la Conferencia  Episcopal de Bolivia, organizaciones periodísticas, 
estudiantes, médicos,  defensores y otros diversos grupos y movimientos 
ciudadanos. 
El tercer día, el  equipo de la CIDH se entrevistó con las 
directivas de la Cárcel de San Pedro en  La Paz, y con los 
administradores del Hospital Holandés en El Alto. Posteriormente visitó
 la Alcaldía de El Alto, donde fue recibida por el equipo  de gobierno y
 distintos líderes sociales de esa localidad. Más tarde visitó el  
Distrito 8 de El Alto, donde asistió a una reunión plenaria con 
habitantes de  ese sector, que incluyó la presencia de víctimas y 
familiares de fallecidos en  los hechos de violencia. 
El cuarto día de 
su visita, la delegación de la CIDH  se trasladó a Cochabamba, donde se 
reunió con el Alcalde de Cochabamba, con el  Comandante Departamental de
 la Policía de Cochabamba, con el Comandante de la  Séptima División del
 Ejército en Cochabamba, y con el Fiscal Departamental de  Cochabamba. 
Se trasladó luego a la población de Sacaba, donde se entrevistó con  
víctimas de la violencia y sus familiares, y con líderes sociales y 
defensores.  También visitó ese día el Hospital Viedma y la sede de la 
Defensoría del Pueblo  en esa ciudad, donde se entrevistó con numerosas 
personas, incluyendo  representantes de organizaciones sociales y de 
derechos humanos, funcionarios  públicos, víctimas, ciudadanos 
particulares y una asociación de familiares de  agentes de la Policía.
 
   Al  respecto, la CIDH agradece la invitación, la apertura, la 
transparencia, el  apoyo y el acompañamiento del Estado de Bolivia a 
todo lo largo de la visita de  observación, y expresa su gratitud por 
toda la asistencia prestada para su  organización y desarrollo, así como
 por el apoyo logístico y de seguridad.  Además, valora el esfuerzo de 
las personas y organizaciones que presentaron  información y testimonios
 ante el equipo técnico de la CIDH, especialmente de  quienes han 
resultado víctimas en los recientes hechos de violencia registrados  en 
el contexto de la crisis política y social en ese país.
 
   La CIDH  hace públicas en el presente comunicado sus 
observaciones preliminares sobre la  situación de derechos humanos en 
Bolivia, y urge la realización de una  investigación internacional 
independiente sobre los sucesos que se han  registrado en el país a 
partir del mes de octubre de 2019. 
En este sentido la  CIDH celebra que 
su solicitud coincida exactamente con la voluntad expresada  por el 
Estado de Bolivia en la Nota Diplomática MPB-OEA-NV 274-19 del 10 de  
diciembre de 2019, en la cual el Gobierno interino expresa que “será esa
  investigación internacional la que investigue los actos de violencia y
 las  violaciones a los derechos humanos ocurridos en Bolivia entre 
octubre y  diciembre del 2019”, y que “[e]stamos plenamente de acuerdo 
que haya una  investigación internacional imparcial la que determine y 
califique los hechos  de violencia ocurridos en Bolivia”. 
Al respecto, 
la Comisión valora altamente  la disposición del Gobierno a permitir una
 investigación independiente. El foco  central del trabajo de la CIDH es
 la mayor efectividad de los derechos de las  víctimas a la justicia, 
verdad, reparación y no repetición, independientemente  de cuándo se 
haya consolidado la violación grave de derechos humanos  
correspondiente.
 
   Con anterioridad  a la realización de la visita de noviembre de 
2019, la Comisión ha monitoreado  de cerca la situación de derechos 
humanos en Bolivia en los últimos años por  medio de las siguientes 
actuaciones: la realización de una visita in loco en  2006, y de una 
visita de trabajo por el Relator de País, Comisionado Francisco 
Eguiguren, en agosto de 2018; la  elaboración de dos informes temáticos,
 sobre el  “Acceso a la justicia e inclusión social: El camino hacia el 
fortalecimiento de  la democracia en Bolivia”, en 2007, y “Comunidades 
Cautivas: Situación del  pueblo indígena guaraní y formas contemporáneas
 de esclavitud en el Chaco de  Bolivia”, en 2009; la publicación de un 
informe de seguimiento en el marco del  Informe Anual de 2009; la 
emisión de múltiples comunicados de prensa,  incluyendo 13 comunicados 
en los años de 2014 a 2019; 8 pedidos de información  confidencial al 
Estado bajo el artículo 41 de la Convención Americana desde  2014, sobre
 temas relativos a los derechos de las personas LGBT, la edad mínima  
legal para prestar el servicio militar, el uso de la fuerza en 
manifestaciones  públicas, la situación de las juezas, y la situación de
 los niños y niñas  detenidos, entre otros; y 10 audiencias temáticas 
desde 2014, sobre temas tales  como la independencia judicial en 
Bolivia, la violencia sexual contra  adolescentes, la reforma penal y 
penitenciaria, el derecho a la consulta  previa, o los derechos de las 
víctimas de la dictadura. A la fecha, la CIDH  tiene 91 peticiones 
contra el Estado de Bolivia en proceso de estudio, 28 en  etapa de 
admisibilidad, y 6 en etapa de fondo, relativas éstas últimas a temas  
de integridad personal y tortura, desaparición forzada, violencia sexual
 y  protección judicial. Asimismo, la CIDH desarrolla actualmente 
procesos de  solución amistosa entre el Estado y víctimas de violaciones
 de derechos  humanos. En el año 2011, la Comisión otorgó medidas 
cautelares para proteger  los derechos de una víctima del Estado 
refugiada en el exterior; y ha sometido,  desde 1997, un total de 6 
casos ante la Corte Interamericana de Derechos  Humanos contra el Estado
 de Bolivia. 
 
   El eje  central de las observaciones de la CIDH en esta visita de
 observación a Bolivia  fue el ejercicio del derecho a la protesta en un
 contexto de violencia  generalizada que se desencadenó en los períodos 
previo y posterior a las  elecciones presidenciales y legislativas, a 
partir del mes de octubre de 2019 y  hasta la fecha actual, en el país. 
Para consolidar sus observaciones, el equipo  técnico de la Comisión se 
ha apoyado en una alta cantidad de fuentes  testimoniales y 
documentales, oficiales y extraoficiales, que dan cuenta de  fuertes 
indicios de violaciones de derechos humanos, con profundas  
repercusiones sobre la vida de la sociedad boliviana.  
 
Marco temporal de la crisis 
 
   La  Comisión observa que las movilizaciones y protestas sociales 
en Bolivia se  enmarcan en el contexto del proceso electoral realizado 
el 20 de octubre, y  registraron un punto de intensificación importante a
 partir del mes de octubre  de 2019. 
Las protestas y movilizaciones 
fueron realizadas por una amplia  diversidad de sectores cívicos, 
políticos, étnicos y movimientos sociales; el  recurso a la violencia 
fue tomado por una serie de actores particulares de  distinta afiliación
 en el curso de esas protestas y movilizaciones; y los actos  lesivos de
 los derechos de las personas bolivianas observados por la CIDH  fueron 
cometidos en el curso de la represión de las protestas por distintos  
agentes del Estado. 
Esa participación amplia y multisectorial en los 
hechos de  violencia es el principal factor de complejidad de la crisis 
sociopolítica  actual, tal y como se refleja en las presentes 
observaciones preliminares. Las  recomendaciones dirigidas por la 
Comisión al Estado de Bolivia giran en torno a  la urgente necesidad de 
que se genere un proceso de diálogo y reconciliación  nacional, 
tendiente a  desactivar las tensiones potencialmente violentas que hoy 
subyacen a las  relaciones sociales en Bolivia. La Comisión toma nota y 
valora que el Gobierno  del Estado Plurinacional de Bolivia haya 
condenado “toda forma de violencia y  toda instancia en que se ponga en 
riesgo la vida y la seguridad de todos los  miembros de la sociedad 
boliviana”, y comparte esta visión.
   El marco  cronológico de la crisis ya ha sido delineado por la CIDH 
en sus comunicados de  prensa de 2019. La CIDH advirtió que, una vez 
hecho público el informe del  grupo de auditores de la OEA sobre el 
proceso electoral, el 10 de noviembre, el  Presidente Evo Morales 
anunció la convocatoria a nuevas elecciones y la  renovación de la 
totalidad de los miembros del Órgano Electoral Plurinacional.  De 
acuerdo con información pública, el alto mando militar de las Fuerzas  
Armadas y la Policía Boliviana solicitaron la renuncia del Presidente 
Morales,  quien ese mismo día dimitió, aduciendo su voluntad de evitar 
que continuase la  violencia en el país tras semanas de enfrentamiento. 
A
 la profundización de la  crisis política se sumó la renuncia de otras 
altas autoridades del Estado, como  el Vicepresidente de la República, 
los ministros del gabinete y los presidentes  de las Cámaras 
Legislativas; y la posterior instauración de un Gobierno  interino con 
el aval del Tribunal Constitucional. 
Como un antecedente  relevante, en 
su Informe Anual de 2018 la Comisión expresó su preocupación por  los 
efectos de la decisión del Tribunal Constitucional Plurinacional de 2017
  que anuló el resultado del referéndum constitucional de febrero de 
2016 en el  que había ganado el “no”, rechazando la modificación 
constitucional aprobada  por la Asamblea Legislativa anteriormente, que 
buscaba reformar el mandato  presidencial para que fuera posible la 
reelección continua por más de dos  períodos. El 5 de diciembre de 2018,
 en el marco de su 170º Período de  Sesiones, la Comisión Interamericana
 realizó una audiencia sobre el tema de la  reelección presidencial en 
Bolivia. Dentro del Sistema Interamericano, la  discusión sobre un 
derecho a la reelección es actualmente materia de un proceso  de opinión
 consultiva que está en tramitación ante la Corte Interamericana de  
Derechos Humanos.  
 
   Por otra  parte, en este contexto, otras consideraciones 
relevantes efectuadas por la  CIDH se han referido a la realización de 
operaciones conjuntas entre la Policía  Nacional y las Fuerzas Armadas 
con el objetivo de mantener y restablecer el  orden público con excesivo
 uso de la fuerza; así como a la emisión del Decreto  Supremo No. 4.078 
con el fin de eximir de responsabilidad penal al personal de  las 
Fuerzas Armadas que hubiera participado en los operativos para el  
restablecimiento del orden interno.En cuanto  a esta última medida, en su comunicado del 19 de 
noviembre de 2019, la Comisión  manifestó su profunda preocupación por 
las afectaciones de los derechos humanos  por dicho instrumento en el 
contexto de la contención de las manifestaciones  públicas. Sobre este 
punto, en su visita, la delegación de la CIDH recibió  denuncias de 
diversas organizaciones e instituciones nacionales de derechos  humanos 
sobre la utilización de dicho decreto para servir como una amnistía  
irrestricta a la actuación de las fuerzas de seguridad. 
Al respecto, la 
 Defensoría del Pueblo informó que había presentado una acción de  
inconstitucionalidad abstracta contra esta norma ante el Tribunal  
Constitucional; y recientemente, el día 27 de noviembre, se informó 
sobre su  derogación. 
 
   El  equipo de la CIDH recibió información según la cual las 
operaciones llevadas a  cabo por dichas fuerzas conjuntas militares y 
policiales habrían resultado en  la pérdida de vidas humanas en 
diferentes sucesos en todo el país, entre los  que se destacan las 
muertes registradas el 11 de noviembre en la Zona Sur –  Pedregal del 
municipio de La Paz; la masacre de Sacaba, Cochabamba, del 15 de  
noviembre; y la masacre de Senkata, en El Alto, del 19 de noviembre. La 
 Comisión toma nota de que el Decreto Supremo No. 4.078 estuvo vigente 
durante  las masacres de Sacaba y de Senkata. En ese sentido, la CIDH 
recuerda al Estado  que, bajo los estándares interamericanos de derechos
 humanos, el Decreto 4.078  es jurídicamente inoponible en virtud de su 
invalidez, por lo cual los actos de  violencia que se hayan cometido 
durante los días en que estuvo vigente no  pueden quedar amparados por 
ningún tipo de amnistía o exención de  responsabilidad para los agentes 
del Estado.  

 
 
   La CIDH  también ha sido informada sobre la presentación y 
trámite actual de un proyecto  de ley en el cual se eximiría de 
responsabilidad penal a Evo Morales y a Álvaro  García. Al respecto, la 
CIDH advierte que bajo los estándares interamericanos,  son inadmisibles
 las leyes de amnistía, o sus equivalentes, que pretendan excluir  la 
responsabilidad penal individual de quienes son responsables por 
violaciones  graves de los derechos humanos, independientemente de su 
rango o nivel de mando  en la estructura del Estado.
 
La protesta social como eje y común denominador de los sucesos recientes
 
   Durante  la visita, la delegación de la CIDH recibió denuncias de
 manera reiterada sobre  el uso excesivo de la fuerza por parte de la 
Policía y de las Fuerzas Armadas  en el contexto de la contención de las
 diversas protestas sociales en el país. Sobre  el particular, se 
informa que en el curso de las acciones de represión de las  marchas y 
manifestaciones, diversas personas habrían resultado heridas por  
golpes, disparos, o por la utilización indiscriminada de gases 
lacrimógenos u  objetos contundentes. 
 
   En el  contexto de las protestas, la CIDH toma nota de la 
información de la Defensoría  del Pueblo, que registró un escalonamiento
 del número de lesionados, empezando  en 466 personas el 8 de noviembre y
 alcanzando al menos 804 personas el 22 de  noviembre. Esta cifra 
incluye a las personas que resultaron heridas durante las  masacres de 
Sacaba y Senkata. La CIDH toma nota de que algunas personas habrían  
sido lesionadas, durante los enfrentamientos, por otros actores y grupos
  sociales; y de la información sobre las lesiones sufridas por agentes 
de la  fuerza pública, en sucesos tales como las protestas de la plaza 
Abaroa, el 24  de octubre, donde tres agentes de la policía habrían 
resultado heridos. 
 
   Asimismo,  la Comisión resalta la información recibida en el 
sentido de que el 22 de  octubre, al intentar ingresar al Tribunal 
Superior Electoral, algunos  manifestantes habrían sido bloqueados por 
la Policía, que utilizó golpes y  gases lacrimógenos y generó varios 
heridos, incluyendo una joven de 16 años.  Igualmente, según la 
información presentada por la Defensoría del Pueblo, el 31  de octubre 
varios grupos de jóvenes intentaron ingresar al Palacio de Gobierno,  en
 la Plaza Murillo de La Paz, mostrando un alto nivel de agresividad y  
apoyados por mineros que tenían dinamita, ocasión en que habrían sido 
repelidos  por la Policía mediante gasificación, golpes y otros actos 
que causaron  lesionados entre ellos y entre las personas civiles que 
pasaban por el lugar. 
 
   La  Comisión observa que el desarrollo escalonado de los eventos 
políticos y  electorales del país marcó el ritmo para la intensificación
 diaria y sucesiva  de las manifestaciones, enfrentamientos y 
consistente derivación hacia la  violencia de estas protestas y marchas.
 La CIDH recuerda que la Convención  Americana sobre los Derechos 
Humanos protege el derecho a la protesta social,  imponiéndole al Estado
 obligaciones internacionales de estricto cumplimiento,  entre las 
cuales sobresalen el deber de respeto y garantía de este derecho, y  el 
deber de abstenerse de interferir en su ejercicio salvo para aquellos  
aspectos necesarios para proteger a quienes lo ejercen y garantizar el 
orden  público, con un uso mínimo de la fuerza represiva y ningún uso en
 absoluto de  fuerza armada letal. Además, la Comisión urge al Estado a 
que avance en la  reparación de los lesionados en estos hechos de 
violencia y de sus familiares. 

 
 
   La CIDH  también llama al Estado a cesar los actos de violencia 
atribuibles a agentes  estatales, o a grupos privados actuando en 
asocio, en connivencia con o bajo la  tolerancia de los mismos, y a que 
garantice que cada persona lesionada en el  contexto sociopolítico 
actual reciba el tratamiento médico y sanitario integral  al que tiene 
derecho bajo la Convención Americana. 
 
Incitación a la violencia y a la discriminación étnica y racial 
 
   La  Comisión Interamericana toma nota de que las manifestaciones y
 protestas en  varios casos han degenerado en fenómenos colectivos 
violentos, en muchos casos  racistas y en diversas formas 
discriminatorios. 
La CIDH declara su alarma por  los distintos discursos
 de odio e incitaciones a la violencia a los que han  recurrido diversos
 actores del país. Al respecto, la CIDH fue informada de la  utilización
 de estos discursos e incitaciones por parte de funcionarios  públicos y
 actores privados, quienes se han acusado recíprocamente de instigar  a 
la población al uso de la violencia. Ello coincide en varios casos con 
el  recurso simultáneo, desde el Estado, a la persecución penal de los 
opositores  políticos, a quienes se señala de cometer los delitos de 
sedición, terrorismo e  incitación a la violencia.
 
   En  efecto, tanto los oficialistas como la oposición se han 
acusado recíprocamente  de instigar a las masas al uso de la violencia. 
 
   La  Comisión también toma nota de que fueron consistentes las 
declaraciones de quienes  tomaron parte en algunas manifestaciones, en 
el sentido de que estaban  protestando contra actos y patrones de 
racismo y discriminación. La CIDH  también destaca la información 
presentada por la Defensoría del Pueblo, en la  cual reporta que ha 
registrado docenas de casos de actos racistas y  discriminatorios en el 
curso de las últimas semanas, en particular actos de  violencia verbal, y
 algunos casos de retención y humillación pública por  motivos raciales 
y/o de género. 
 
   Entre  los actos de racismo y discriminación referidos a la 
Comisión sobresalen los  que se han cometido contra las así 
autodenominadas “mujeres de pollera”, es  decir, mujeres indígenas o de 
ancestro indígena y campesino que usan el atuendo  tradicional como 
parte de su cultura, y conforman una mayoría visible de la  población 
boliviana. Al respecto, distintas personas declararon ante la CIDH  que 
se habían sumado a las marchas y protestas sociales porque sectores  
políticos o sociales específicos habían humillado, despreciado o 
vilificado en sus  discursos y expresiones a las mujeres de pollera, que
 eran sus madres,  hermanas, tías o abuelas. Distintos testigos 
señalaron que a las mujeres de  pollera se les había asesinado, 
golpeado, herido, y humillado mediante actos  recurrentes tales como 
cortarles el pelo. 
 
   Igualmente,  la Comisión toma nota de los impactos que la 
situación actual ha tenido sobre  los derechos de los pueblos indígenas 
de Bolivia, que conforman un sector  mayoritario de la población. Entre 
ellos sobresale la afectación del derecho a la  integridad cultural de 
las personas indígenas por la quema, destrucción y  ofensa a la bandera 
de la Wiphala. Las ofensas a este símbolo cultural de la  población 
indígena boliviana, que incluyen su quema y destrucción, han sido  
cometidas por agentes de la policía, líderes cívicos y ciudadanos 
particulares  en diversos espacios oficiales, tales como la Asamblea 
Legislativa  Plurinacional, y en espacios públicos, como sucedió entre 
otras en la plaza  central de Cochabamba. 
Asimismo, se ha registrado en 
videos ampliamente  difundidos a agentes de la policía de Santa Cruz que
 se cortaban dicho símbolo  de su uniforme. Estos actos causaron 
inmediatamente indignación, ofensa y  rechazo entre amplios sectores de 
la sociedad, particularmente los indígenas y  campesinos, y 
constituyeron parte de los motivos que llevaron a numerosas  personas a 
unirse a las movilizaciones.

 
   En  relación con este punto, la CIDH recuerda que la incitación a la 
violencia y  los discursos de odio están prohibidos bajo la Convención 
Americana, mucho más  cuando son esgrimidos por funcionarios públicos o 
líderes sociales para  exacerbar situaciones de violencia y tensión 
social. Los funcionarios, líderes  u otras personas que efectivamente 
desplieguen este tipo de incitaciones y  discursos deben ser tenidos 
como responsables de las consecuencias que sus  expresiones tengan sobre
 los derechos humanos de la población boliviana. Por  otra parte, bajo 
la Declaración Americana de los Derechos de los Pueblos  Indígenas, los 
pueblos autóctonos de Bolivia tienen derecho a la integridad y  dignidad
 de sus culturas. 
 
Arrestos y detenciones arbitrarias 
 
   De  acuerdo con la información recabada, cientos de personas 
fueron detenidas entre  el momento del inicio de las protestas y el de 
la visita de la delegación de la  CIDH. La Comisión observa que, según 
lo informado por la Fiscalía General del  Estado en el Informe del 26 de
 noviembre de 2019, la mayoría de los detenidos  se encuentra en 
situación de detención preventiva. Asimismo, la información  recibida da
 cuenta de que esas personas han sido recluidas tanto en cárceles y  
carceletas como en centros de reintegración, sitios de arresto policial y
  celdas judiciales, y que en diversos casos las detenciones no habrían 
sido  precedidas por orden judicial, sino realizadas como medida 
policial preventiva  de escaso o nulo sustento legal. 
 
   Al  respecto, la delegación de la CIDH obtuvo información en el 
sentido de que el  22 de octubre, la Policía habría aprehendido al menos
 a 21 jóvenes entre los  manifestantes que se enfrentaron a la fuerza 
pública y quemaron el Tribunal  Electoral Departamental de Beni. 
Asimismo, la Defensoría del Pueblo documentó  que el 12 de noviembre 
había realizado verificaciones en las celdas de la  Fuerza Especial de 
Lucha contra el Crimen – FELCC, donde encontró a 28 personas  
arrestadas, incluyendo a 4 menores de 18 años, por los hechos ocurridos 
en las  protestas de Ciudad Satélite de El Alto. 
 
   Por su  parte, la Fiscalía General del Estado informó a la CIDH 
en el informe DGFSE No.  153/2019, remitido a la CIDH por el Ministerio 
Público mediante oficio FGE/JLP  No. 751/2019 y luego mediante la Nota 
Diplomática del Estado, que para el día  26 de noviembre, 364 personas 
habían sido detenidas con ocasión de los hechos  de violencia pre- y 
post-electoral, de las cuales una alta proporción fue  capturada sin 
orden judicial previa, y muchas de las cuales permanecen privadas  de la
 libertad a la fecha, en todo el país. 
Además, el equipo técnico de la  
CIDH pudo constatar, en su visita a las celdas judiciales del Tribunal  
Departamental de Justicia de La Paz, que no se lleva un registro 
completo ni  cuidadoso de las personas que han sido privadas de la 
libertad en este  contexto. 
 
   La  Comisión recibió repetidos reportes sobre actos de maltrato 
físico y verbal,  tales como golpes, culatazos, insultos, amenazas o 
similares, infligidos a las  personas al momento de su aprehensión por 
parte de los agentes de la fuerza  pública. En ese sentido, la CIDH toma
 nota del informe de la Defensoría del  Pueblo del 22 de noviembre, que 
refiere que entre el grupo de detenidos que se  habían visitado en las 
celdas de la FELCC, 18 presentaban heridas en distintas  partes del 
cuerpo, 2 de ellas graves, y todas requiriendo atención médica que  no 
se había provisto. 
 
   Ante la  delegación de la CIDH, en la Cárcel de San Pedro en La 
Paz, algunas personas  detenidas denunciaron haber sido golpeadas e 
insultadas por agentes de la  Policía al momento de su detención, así 
como obligadas a arrodillarse y otros  vejámenes físicos. 
El Servicio de
 la Prevención de la Tortura (SEPRET) de Bolivia  denunció que las 
personas detenidas en las últimas semanas estarían siendo  llevadas a 
lugares distintos de los centros penitenciarios y carcelarios para  allí
 permanecer privadas de la libertad, donde se les habrían aplicado 
castigos  físicos, gases, golpes y otros ataques a su integridad. El 
SEPRET también  denunció ciertas limitaciones que habían sido impuestas a
 sus funcionarios para  acceder a los sitios de reclusión en todo el 
país. La Comisión toma nota de la  renuncia, el 18 de noviembre, del 
Director de SEPRET, quien según lo informado,  habría sido instado 
verbalmente a presentar su dimisión. 
   La  Comisión también recibió información sobre amenazas y agresiones 
contra  personas privadas de la libertad, así como sobre la carencia de 
un registro  detallado, al momento del ingreso, de las personas llevadas
 a los centros de  detención, exponiéndolas en consecuencia a 
situaciones de alta vulnerabilidad,  así como a un alto riesgo de ser 
víctimas de tortura o desaparición forzada. 
 
   La CIDH  recuerda que el Estado está en la obligación 
internacional de prestar una  especial protección a los derechos de las 
personas privadas de la libertad, por  su especial estado de 
vulnerabilidad; por lo que se le exhorta a que cumpla en  el presente 
momento con esa obligación internacional básica. 
Además, la CIDH  
enfatiza la necesidad de proteger a las personas privadas de la libertad
 que  han dado sus testimonios a la comitiva de CIDH, especialmente en 
la Cárcel de  San Pedro, donde varios de ellos relataron haber recibido 
amenazas tanto por  otros presos como por los propios agentes policiales
 custodios. 
 
Masacres y asesinatos  
 
   En el  contexto de la crisis y hasta el 27 de noviembre, la 
comitiva de la CIDH tuvo  noticia de 36 personas que perdieron la vida 
en Bolivia. Durante su visita, la  delegación de la CIDH recibió 
abundante información sobre dos masacres  cometidas en Sacaba y en 
Senkata, los días 15 y 19 de noviembre,  respectivamente, en las cuales 
perdieron la vida por lo menos 18 personas. 
 
   La  masacre de Sacaba ocurrió el 15 de noviembre. La Comisión 
recibió información  testimonial según la cual miembros de las seis 
Federaciones del Trópico de  Cochabamba llegaron en una manifestación 
pacífica al municipio de Sacaba,  exigiendo el retorno al gobierno de 
Evo Morales y rechazando al Gobierno  interino. A la altura del puente 
Huayllani, en el kilómetro 10 de la carretera  a Cochabamba, se habría 
establecido un anillo de seguridad por parte de fuerzas  combinadas de 
la Policía y las Fuerzas Armadas. 
Al momento en el que los  
manifestantes intentaron pasar, inicialmente fueron contenidos con la  
indicación verbal de que estaba en camino la Defensoría del Pueblo para 
mediar;  sin embargo, de conformidad con la información recibida, a los 
pocos momentos  los agentes policiales y militares habrían abierto fuego
 contra la población  civil allí reunida, a la que además habrían 
atacado con gases lacrimógenos,  golpes y patadas. 
En estos hechos 
habrían resultaron muertas nueve personas:  Omar Calle, César Sipe, Juan
 López, Emilio Colque, Lucas Sánchez, Plácido Rojas  Delgadillo, Armando
 Carvallo Escobar, Marco Vargas Martínez y Roberto Sejas.  También 
habrían resultado heridas, inclusive por balas, numerosas personas que  
fueron recibidas en distintos hospitales de Sacaba y Cochabamba.  
 
   La  Comisión toma nota de que existen diferentes versiones sobre 
la forma como  tuvieron lugar los hechos. Por una parte, algunas 
autoridades estatales,  incluyendo el Instituto de Investigaciones 
Forenses (IDIF) y los mandos  policiales, han acusado a los 
manifestantes de haberse disparado entre ellos,  aduciendo razones tales
 como el calibre de las balas que fueron encontradas en  los cuerpos de 
las personas fallecidas y heridas. 
Por otra parte, los numerosos  
testimonios recibidos por la CIDH son consistentes al indicar que las 
personas  manifestantes estaban desarmadas, avanzaban pacíficamente por 
iniciativa  propia, y fueron agredidas de repente con armas de fuego, 
contenedores de gas  lacrimógeno, porras y otras armas por la fuerza 
pública, de manera sorpresiva.  En la operación participaron 
helicópteros de la fuerza pública, según lo  atestiguó el propio 
Comandante de la Policía de Cochabamba ante la CIDH.  
 
La  masacre de Senkata ocurrió el día 19 de noviembre. Según la 
información  recibida, un grupo de personas partidarias del MAS 
realizaba un bloqueo  alrededor de la planta de hidrocarburos del sector
 de Senkata, en El Alto. Esa  mañana se permitió la salida de la planta 
de sesenta vehículos contenedores de  gasolina y gas, luego de lo cual 
los manifestantes habrían derribado uno de los  muros perimetrales de la
 planta, momento en el cual habrían sido contenidos con  armas de fuego 
por las fuerzas conjuntas de la Policía y el Ejército. 
En los  hechos 
resultaron nueve personas muertas por impacto de bala: Devi Posto Cusi, 
 Pedro Quisberth Mamani, Edwin Jamachi Paniagua, José Colque Patty, Juan
 José  Tenorio Mamani, Antonio Ronald Quispe, Clemente Mamani Santander,
 Rudy Cristian  Vásquez Condori y Calixto Huanacu Aguilar. Entre las 
víctimas fatales se  cuentan varias personas que al parecer no estaban 
participando en el bloqueo,  sino simplemente pasaban por la zona en 
camino a sus casas o trabajos. 
También  resultaron numerosas personas 
heridas, por impactos de bala, golpes, inhalación  de gases y otras 
causas conexas, y fueron atendidas en diversos hospitales de  El Alto. 
Al igual que con la masacre de Sacaba, algunos funcionarios públicos,  
tanto forenses como policiales, han cuestionado que las balas que 
mataron a  estos ciudadanos hayan sido disparadas de armas 
reglamentarias de la fuerza  pública. 
Al respecto, según declaraciones 
públicas, y ante la CIDH, en forma  reiterada por las propias víctimas, 
estas personas se estaban manifestando  públicamente sin violencia y 
fueron objeto de represión con armas de fuego por  agentes estatales. 
También se han presentado denuncias públicas sobre la  desaparición de 
varios cuerpos sin vida de personas que habrían fallecido en  esta misma
 masacre, los cuales habrían sido recogidos por agentes estatales sin  
que se haya vuelto a tener noticia de las personas muertas. En 
particular se  denunció ante la CIDH que este fue el caso de una mujer 
campesina, y de una  niña de aproximadamente 12 años, entre otros. Las 
víctimas de esta masacre  señalaron consistentemente que los muertos 
fueron muchos más que los nueve que  se han reportado hasta la fecha.   
 
   La  Comisión Interamericana de Derechos Humanos condena de manera
 enfática las  masacres de Sacaba y de Senkata, en las que se habría 
incurrido en graves  violaciones de los derechos humanos. 
En criterio de
 la Comisión, estos hechos  pueden caracterizarse como masacres dado el 
número de personas que perdieron la  vida en un mismo modo, tiempo y 
lugar, y a que se cometieron en contra de un  grupo específico de 
personas. Además, los patrones de las lesiones que se han  registrado 
ofrecen serios indicios de prácticas de ejecución extrajudicial. 
El  
derecho a la vida, protegido bajo la Convención Americana, es 
inviolable, y por  su carácter esencial es la precondición para el 
ejercicio de todos los demás  derechos humanos. Los órganos del Sistema 
Interamericano han reiterado que el  uso de la fuerza por el Estado debe
 ajustarse a los principios de  excepcionalidad, legalidad, necesidad y 
proporcionalidad. 
Asimismo, se recuerda  al Estado boliviano que la 
fuerza letal no puede ser utilizada para meramente  mantener o restituir
 el orden público; sólo la protección de la vida y la  integridad física
 ante amenazas inminentes y reales puede ser un objetivo  legítimo para 
aplicar la fuerza letal por parte de agentes estatales. En ese  sentido,
 la CIDH urge al Estado que implemente en forma inmediata y apremiante  
mecanismos para prohibir e impedir de manera efectiva el uso de la 
fuerza letal  como recurso de control del orden público en casos de 
manifestaciones públicas.  La Comisión además reitera que las armas de 
fuego y las respectivas municiones  deben estar excluidas de los 
operativos de control de las protestas sociales y  que los funcionarios 
policiales o militares que pudieran entrar en contacto con  la 
manifestación no deben portar armas de fuego o de otra manera letales. 
Adicionalmente,  la Comisión urge al Estado que cumpla a la brevedad con
 su obligación  internacional de investigación, juzgamiento y sanción de
 los responsables de  estos hechos criminales. 
 
   Además  de las muertes registradas en las masacres de Sacaba y de
 Senkata, el equipo  técnico escuchó las denuncias de los asesinatos de 
Beltrán Paulino Condori  Aruni, de 21 años, y Percy Romel Conde Noguera,
 de 32 años, quienes habrían  muerto por disparos de arma de fuego; y de
 Juan Marín Félix Taco, de 18 años,  cuya causa de muerte no se ha 
determinado, todos ellos durante la contención de  una protesta 
realizada por pobladores de las zonas de Ovejuyo, Pedregal,  Rosales y 
Chasquipampa en La Paz, entre el 10 y 11 de noviembre. 
Según la  
información presentada por la Defensoría del Pueblo, estas muertes, así 
como  varias lesiones a personas, fueron producidas durante el ingreso 
de las fuerzas  policiales y militares al lugar de la protesta, 
habiéndose identificado un uso  desmedido y desproporcionado de la 
fuerza pública en este incidente. 
 
   El mismo  día, según la información recibida por la CIDH, se 
produjo la muerte de Miguel  Ledezma González, de 24 años, al parecer 
por un impacto de perdigones metálicos  no reglamentarios, en un 
enfrentamiento con fuerzas policiales y militares en Sacaba.  Asimismo, 
la CIDH fue informada sobre la muerte de otras personas, incluyendo  
agentes de la fuerza pública, en sucesos ocurridos en distintas zonas 
del país. 
 
   Por otra  parte, la comitiva delegada por la CIDH fue informada 
sobre la muerte de varias  personas durante conflictos violentos entre 
diferentes grupos de particulares  en el marco de las protestas, como la
 muerte, el 11 de noviembre, de Filemón  Soria Díaz, de 45 años, cuyo 
cuerpo fue encontrado en Cochabamba atado de pies  y manos, quien habría
 muerto por estrangulamiento con un lazo.
El 12 de  noviembre murió Juan
 José Mamani, de 35 años, en Cochabamba, tras ser golpeado  a muerte por
 un grupo de personas; y Marcelino Jarata Estrada murió en Potosí  por 
un impacto de arma de fuego. En Santa Cruz, en la zona de Montero, el 30
 de  octubre murieron Mario Salvatierra y Marcelo Terrazas por impactos 
de bala, al  igual que el joven Roberth C.S., abaleado el 13 de 
noviembre en la misma  ciudad; las muertes ocurrieron durante 
enfrentamientos entre personas que realizaban  bloqueos y partidarios de
 grupos de opositores al MAS, en los que aparentemente  participaron 
francotiradores.
 
   Dada la  gravedad de los sucesos violentos observados, la CIDH 
condena las pérdidas de  vidas humanas ocurridas en el contexto de la 
violencia electoral. Al mismo  tiempo, hace un firme llamado al Estado 
boliviano para que, en cumplimiento de  sus obligaciones 
internacionales, investigue y esclarezca cada uno de los  hechos, con el
 fin de establecer los responsables, juzgarlos y sancionarlos, así  como
 a que provea reparación integral a las víctimas y sus familiares.
 
   La CIDH  advierte que se trata de hechos de violencia 
extremadamente graves, con  aparente participación tanto de la fuerza 
pública como de distintos sectores  sociales, en un contexto de zozobra y
 conmoción social, en el que han surgido  distintas versiones de lo 
ocurrido. Más aun, no es claro que la  institucionalidad nacional esté 
en condiciones o en capacidad de cumplir con la  obligación estatal 
internacional de investigación, juzgamiento y sanción de los  
responsables. Por lo tanto, en criterio de la CIDH se trata de una 
situación  típica en la que se plantea al Estado la necesidad de 
permitir la instauración  de una investigación internacional 
independiente e imparcial sobre estos hechos,  para coadyuvar a las 
autoridades nacionales en dicho cometido, por parte de un  Grupo 
Internacional de Expertos Independientes. 
 
Heridos entre la población civil  
 
   Los  hechos de violencia ocurridos en Bolivia han causado un 
número de heridos hasta  el momento no precisado, pero que claramente 
supera las 800 personas y  resultará ser mucho más alto cuando se 
consoliden los registros completos de  las víctimas de las últimas 
semanas. Las mediciones del número de heridos y  lesionados con ocasión 
de los sucesos de las últimas semanas han variado, como  es razonable 
esperar. Por ejemplo, para el 8 de noviembre la Defensoría del  Pueblo 
había registrado 466 personas heridas, incluyendo niños, adultos mayores
  y personas con discapacidad; para el 18 de noviembre se había 
aumentado esa  cifra a 715 personas, y en el informe defensorial 
preliminar del 22 de  noviembre se había elevado el estimativo a 804 
personas. Muchos de estos  heridos habrían sido lesionados por la 
Policía y las Fuerzas Armadas en el  curso de las acciones de represión 
de las marchas y manifestaciones, fuera con  golpes, disparos, gases 
lacrimógenos u objetos contundentes; otros fueron  lesionados durante 
enfrentamientos con otros actores y grupos sociales. Esta  cifra incluye
 las personas que resultaron heridas durante las masacres de  Sacaba y 
de Senkata. La CIDH nota que también han resultado heridos en los  
enfrentamientos numerosos agentes de la fuerza pública.  
 
   Muchos  de los heridos han recibido algún grado de atención 
médica en diversos centros hospitalarios  y de salud, y varios 
permanecen a la fecha de hoy hospitalizados. La CIDH  visitó a algunas 
de estas personas en hospitales de El Alto y en Cochabamba,  observando 
directamente la gravedad de sus lesiones y su preocupación por los  
costos de los tratamientos médicos a su cargo. Sin embargo, también se 
recibió  información según la cual una alta cantidad de personas heridas
 no habría  tenido acceso al servicio de salud, especialmente quienes 
están privados de la  libertad. Ante la CIDH recurrentemente se expresó 
la preocupación de las  personas heridas y sus familiares por no contar 
con dinero para pagar el costo  de medicamentos, exámenes y tratamientos
 que no están cubiertos por ningún tipo  de aseguramiento y de cuyo pago
 depende la continuidad del servicio respectivo.    

 
 
   El  derecho a la integridad personal es uno de los derechos 
fundamentales de la  persona humana protegidos por el Derecho 
Internacional de los Derechos Humanos.  El Estado tiene la obligación de
 investigar esos hechos y tomar las medidas necesarias  para reparar las
 violaciones en las que se identifique a sus agentes como  responsables.
 De conformidad con el derecho a la salud, los Estados tienen la  
obligación inderogable de asegurar el derecho de acceso a las 
instalaciones,  bienes y servicios de salud por quienes lo requieran. 
Cuando las personas no  puedan hacer valer ese derecho por sí mismas, 
como es el caso de los heridos y  enfermos, los Estados deben adoptar 
las medidas necesarias para facilitar ese  acceso, lo cual puede incluir
 la búsqueda y recogida de dichas personas, así  como su atención 
inmediata. Esto incluye la obligación de los Estados de  adoptar medidas
 positivas para asegurar la atención integral de la salud,  
especialmente en circunstancias de peligro para la vida. Así mismo, los 
Estados  deben abstenerse de impedir que el personal sanitario imparta 
tratamientos  médicos a las personas que lo necesiten en el marco de 
estas situaciones. 
 
   La CIDH  llama al Estado de Bolivia a que cesen los actos de 
violencia atribuibles a  agentes estatales, o a grupos privados actuando
 en asocio o connivencia con, o  bajo la tolerancia de los mismos, y a 
que garantice que cada persona lesionada  en el contexto sociopolítico 
actual reciba el tratamiento médico y sanitario  integral al que tiene 
derecho bajo la Convención Americana.
 
Criminalización y persecución de opositores políticos, reales o percibidos 
 
   La  delegación de la CIDH también recibió reportes sobre la 
persecución judicial de  numerosas personas a través de investigaciones 
penales o procesos judiciales  iniciados en razón de sus opiniones, 
convicciones o posturas políticas, incluso  en razón de su trabajo como 
funcionarios públicos del gobierno del MAS. 
En  particular, altos 
funcionarios del Estado del nivel ministerial del actual  Gobierno 
interino han emitido declaraciones públicas anunciando la presentación  
de denuncias y la apertura de investigaciones penales por sedición y 
terrorismo  contra miembros del MAS. El clima de persecución judicial y 
extrajudicial de  opositores ha resultado en renuncias masivas y en 
cadena de servidores públicos  a todo nivel; por ejemplo, la Asociación 
de Alcaldes de Bolivia denunció a la  CIDH que no menos de 65 
autoridades locales habrían presentado su renuncia como  parte de este 
patrón de presión e intimidación en la vida cotidiana de todo el  país.  
 
   También  es de público conocimiento que a quienes eran vocales 
del Tribunal Supremo  Electoral -Organo Electoral Plurinacional- de 
Bolivia al momento de las  elecciones del 20 de octubre se les iniciaron
 sendas investigaciones penales,  como consecuencia de lo cual 
actualmente están privados de la libertad o  prófugos. 
Tal fue el caso 
de vocal Antonio Costas, con quien el equipo técnico  de la CIDH se 
entrevistó en la Cárcel de San Pedro, en La Paz, al igual que con  su 
familia, recibiendo testimonios sobre el uso y valoración irregulares, 
en su  proceso, de pruebas testimoniales exculpatorias, y sobre la 
transmisión pública  de su detención por los medios de comunicación. La 
Comisión manifiesta su  preocupación por la situación jurídica suya y de
 los demás vocales presos o  investigados, y por la garantía de sus 
derechos procesales, y demás derechos  humanos, bajo la Convención 
Americana.  
 
   Adicionalmente,  el 17 de noviembre se anunció la creación de un 
aparato especial en la Fiscalía  para detener y procesar a legisladores y
 otras personas, supuestamente por  actos de subversión y sedición. 
También se tuvo conocimiento de la emisión de  amenazas de iniciación de
 procesos penales por sedición contra un grupo de  defensores y 
activistas de nacionalidad argentina en Santa Cruz.
 
   Por otra  parte, la CIDH tuvo conocimiento de la difusión, a 
través de redes sociales, de  anuncios, panfletos e informaciones de 
carácter persecutorio contra  funcionarios y activistas del MAS. En este
 sentido, distintos exministros han  descrito ante la CIDH la 
circulación de listas con sus direcciones  particulares, teléfonos, 
residencias de sus familiares y otros datos  personales, a través de 
WhatsApp, Facebook y otros medios, así como de montajes  en los que sus 
fotografías aparecen bajo signos de “Se Busca” y frases  similares; en 
varios casos tal distribución de información personal precedió al  
saqueo, destrucción e incendio de sus viviendas, o de las de sus 
familiares. 
 
   La CIDH  precisa que también recibió denuncias, durante su 
visita, de actos y patrones  de persecución judicial de opositores que 
habrían tenido lugar durante el  Gobierno del Evo Morales; aunque estos 
hechos rebasan el marco temporal de las  observaciones de esta visita, 
para la Comisión es claro que, de verificarse,  entrañarían violaciones 
de los derechos humanos que deben ser investigadas,  juzgadas y 
sancionadas oportunamente. 
 
Libertad de expresión, y rol de la prensa en la crisis 
 
   Durante  la visita a Bolivia, la delegación de la CIDH se reunió,
 entre otros, con  periodistas, trabajadores de la prensa, comunicadores
 comunitarios e  independientes en las ciudades de La Paz y Cochabamba, 
donde pudo identificar  una serie de vulneraciones al derecho a la 
libertad de expresión y acceso a la  información pública. 
En esta 
oportunidad, la delegación de la CIDH también  recibió información de 
organizaciones de la sociedad civil y de la Defensoría  del Pueblo, la 
cual el 28 de octubre, emitió un comunicado exigiendo a los  sectores 
sociales movilizados, al Estado, a la policía y a los medios de  
comunicación, que garantizasen la seguridad e integridad física de los  
periodistas durante el desarrollo de su trabajo. 
De igual manera, fue 
informado  que el 16 de noviembre, la Federación Sindical de 
Trabajadores de la Prensa  (FSTP) de Cochabamba denunció el peligro que 
enfrenta la prensa y el riesgo  actual para la vida e integridad de los 
periodistas que cubren las protestas y  manifestaciones sociales en esa 
región. 
 
   Sobre el  particular, durante la visita, la CIDH identificó dos 
momentos fundamentales  que caracterizarían la situación de la libertad 
de expresión y del acceso a la  información en el país: antes de la 
renuncia del entonces Presidente Evo  Morales, el 10 de noviembre; y 
después de la misma, cuando la Policía Nacional  se amotinó y las 
Fuerzas Armadas solicitaron la renuncia del entonces  mandatario, para 
luego dar lugar a un Gobierno interino, presidido por la  senadora 
Jeanine Añez. 
 
   Según  información recabada por la CIDH, del 20 de octubre al 2 
de diciembre, se  habrían registrado al menos 50 periodistas agredidos 
de 20 medios de  comunicación nacional e internacional. Dichas 
agresiones habrían sido  originadas tanto por parte de manifestantes, 
como también por el excesivo uso  de la fuerza por parte de la Policía 
Nacional y las Fuerzas Armadas. 
Sobre el  particular, fue informado que 
en el marco de las protestas y manifestaciones  sociales, los 
comunicadores de los periódicos El Deber, La Razón, Página Siete,  Los 
Tiempos, Opinión, de la Agencia de Noticias Fides (ANF), de los canales 
de televisión  ATB, UNITEL, Gigavisión, Red Uno, Bolivisión, PAT, Tele C
 y de las radios Pio  XII y Radio San Simón, entre otras, habrían sido 
objeto de ataques. 
De acuerdo  con la información recibida, las 
agresiones provendrían de ambos sectores de  manifestantes, es decir, 
los que estaban a favor del entonces presidente  Morales y los que 
pedían su renuncia y la anulación de las elecciones de  octubre. Entre 
las agresiones reportadas se encontrarían golpes, insultos,  incautación
 y destrucción de equipos, así como obstaculización de coberturas  
periodísticas. Así, por ejemplo, fue informado que la motocicleta del  
periodista Adalid Peredo de la Red Uno fue quemada a fines de octubre 
mientras  cubría el paro cívico en Cochabamba. También se reportó la 
retención de varios  periodistas en El Alto, cuando, según lo informado,
 manifestantes a favor del  gobierno de Morales habrían rodeado el 
aeropuerto, impidiendo la salida del  presidente del Comité Cívico de 
Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, quien se  dirigía a La Paz para 
entregarle una carta al entonces mandatario solicitándole  su renuncia. 
 
   Adicionalmente,  de acuerdo con la información compartida con la 
CIDH, el 8 de noviembre, la  situación de violencia en Bolivia habría 
tenido una escalada tras el motín  policial, alcanzando al menos las 
ciudades de La Paz, Cochabamba, Sucre y Santa  Cruz. Según lo informado,
 debido a la ausencia de la fuerza pública se habrían  registrado 
saqueos e incendios provocados en sedes de partidos políticos,  
domicilios particulares de políticos y dirigentes, medios de 
comunicación  estatales e independientes, así como ataques y 
hostigamientos a sus  funcionarios. Entre ellos, se registra la quema de
 la sede de las Seis  Federaciones del Trópico del Chapare y del 
Movimiento Al Socialismo (MAS) donde  se encontraban las instalaciones 
de la Radio Comunitaria Kawsachun Coca; y la  toma de instalaciones de 
diferentes medios de comunicación estatales y otros  canales privados 
como TVU, Red Uno, UNITEL. 
 
   Durante  la visita también fue informado que, el 9 de noviembre, 
el director de  la radio estatal Radio Tupak Katari y del periódico 
Prensa Rural, José Aramayo,  fue amarrado a un árbol y vejado durante 
horas por vecinos de la zona de  Miraflores, en La Paz, incidente que 
habría sido documentado por el  corresponsal del periódico argentino, 
Página 12, Sebastián Moro, quien un día  después fue encontrado 
inconsciente en su domicilio, con traumatismo en  distintos lugares del 
cuerpo y luego de seis días falleció. Según lo informado,  la familia 
del periodista habría denunciado que materiales periodísticos y  
herramientas suyas de trabajo habrían sido sustraídas, y pidieron una  
investigación para esclarecer las circunstancias de su muerte. 
 
   Por otra  parte, según la información disponible, el 9 de 
noviembre, grupos de  manifestantes contra el entonces gobierno de 
Morales habrían cercado los medios  de comunicación estatal, Bolivia TV y
 Radio Patria Nueva en La Paz,  bloqueando la salida de cerca de 30 
trabajadores y obligándolos a cortar la  transmisión de sus señales. 
Además, fue informado que, el 10 de  noviembre, en el municipio de 
Yapacaní (Santa Cruz), militantes del MAS habrían  tomado y destruido 
las instalaciones de la Radio Ichilo. De igual forma, los  canales Red 
Uno y Televisión Universitaria de La Paz interrumpieron su  producción 
debido a amenazas de ataque a sus instalaciones, así como la red  
UNITEL, la cual comunicó que la planta transmisora para las ciudades de 
La Paz  y El Alto habría sido objeto de ataque. 
Adicionalmente, la 
televisora Abya Yala  suspendió sus servicios de prensa, denunciando que
 sus trabajadores habrían  sido agredidos por manifestantes opositores 
del entonces gobierno de Morales  tras asistir a una conferencia de 
prensa, y que en esta oportunidad se habría  amenazado con dinamitar a 
ese medio de comunicación. 
   Adicionalmente,  fue informado que, el 12 de noviembre, los 
periódicos Página Siete en La  Paz, Los Tiempos y Opinión de Cochabamba,
 habrían suspendido la circulación de  sus respectivas ediciones 
impresas, dado el clima de inseguridad y  amedrentamiento a periodistas y
 sus medios. El periódico El Día de Santa Cruz  reportó que dejo de 
circular en formato impreso desde el 23 de octubre debido  al paro 
indefinido en la región. 
 
   La CIDH  observa que al clima de silenciamiento de la prensa 
también han contribuido  declaraciones de altos funcionarios 
gubernamentales. En este sentido, el 14 de  noviembre, la recientemente 
designada Ministra de Comunicación, Roxana  Lizárraga, amenazó a 
periodistas nacionales e internacionales con procesos  penales por 
sedición, declarando que “aquellos periodistas o pseudo periodistas  que
 estén haciendo sedición, se va a actuar conforme a la ley, porque lo 
que  hacen algunos periodistas que son bolivianos o extranjeros que 
están causando  sedición en nuestro país tienen que responder a la ley 
boliviana” (sic).  Además, indicó que “esos periodistas ya están 
identificados” y que el ministro  de Gobierno "va a tomar las acciones 
pertinentes”.  
 
   En este  contexto, la CIDH ha registrado agresiones a periodistas
 extranjeros de, entre  otros, Página 12, TN, Crónica, América, Telefé, 
TeleSur y Aljazeera. Sobre este  último medio, Aljazeera, fue informado 
que su reportera Teresa Bo,   fue gasificada de manera intencional por 
miembros de la Policía mientras hacía  transmisión en vivo de las 
protestas. De acuerdo con la información recabada,  la mayoría de 
corresponsales extranjeros abandonaron el país debido a la  alegada 
falta de garantías, la presunta presión por parte de manifestantes  
contra el gobierno de Evo Morales, y también debido a campañas de 
difamación  que habrían sido compartidas en diferentes redes sociales 
con sus fotografías y  la dirección de los hoteles en los que se 
encontraban alojados. 

 
 
   Además,  fue reportado que, el 15 de noviembre, en Sacaba el 
periodista y  camarógrafo de la cadena televisiva ATB, Sergio Figueroa, 
habría sido agredido  por campesinos, quienes le habrían golpeado, 
habrían tratado de arrebatarle su  equipo, y habrían intentado rociarlo 
con gasolina, reclamándole por el silencio  de la prensa nacional ante 
la masacre allí ocurrida. Según lo informado, en ese  mismo episodio, 
habría sido lanzado por personas desconocidas un petardo que  habría 
estallado en medio de los periodistas y militares que estaban en el  
lugar, causando presuntamente heridas a cuatro reporteros: Fernando 
Bustamante,  César Baldelomar, Ronald Aguilar y Sergio Figueroa. 
Asimismo, fue indicado que  habrían sido apedreados por los 
manifestantes otros seis periodistas, a quienes  nuevamente se les 
habría recriminado por su falta de cobertura. Sobre esta  presunta falta
 de cobertura, varios comunicadores  alegaron que no se  encontraban en 
condiciones de dar coberturas a las protestas y  manifestaciones 
sociales en el país debido a la falta de garantías de  seguridad. 
 
   Igualmente,  fue informado que personas presuntamente del Comité 
Cívico de Santa Cruz,  habrían llamado al analista político y periodista
 Carlos Valverde para  intimidarlo si seguía criticando al gobierno de 
transición y si persistía con  sus críticas hacia el presidente del 
Comité, Luis Fernando Camacho. Más  recientemente, el 3 de diciembre, 
fue informado que el caricaturista del  periódico La Razón, Alejandro 
Salazar, comunicó a la dirección del medio de  comunicación que dado el 
asedio y amedrentamiento del cual estaba siendo  víctima decidió dejar 
de publicar sus viñetas alegando que no tenía las  condiciones para 
continuar realizando su trabajo. Durante la visita, a la  delegación de 
la CIDH también fue reportado el bloqueo de señal de los canales  
internacionales TeleSur y Actualidad RT por parte de empresas privadas, 
como  Cotas y Comteco, y por parte de Entel, la empresa estatal. Lo 
anterior,  presuntamente sin ninguna justificación. 
 
   Por otro  lado, según información proporcionada a la CIDH,  desde
 la renuncia del  entonces presidente Morales se habría identificado el 
uso de falsas cuentas en  Twitter como parte de la campaña de apoyo al 
presidente del Comité Cívico de  Santa Cruz, Luis Fernando Camacho y al 
gobierno interino de Jeanine Añez. 
Los  datos mostrarían alrededor de 68
 mil cuentas creadas, las cuales compartieron  14 hashtags que habrían 
sido compartidas por 252.090 cuentas diferentes, que  hicieron 1’048.575
 tuits del 9 al 17 de noviembre., Algunos de estos  hashtags son: 
#BoliviaLibreyDemocratica, #NoHayGolpeEnBolivia, #EvoEsFraude,  
#BoliviaUnida, entre otros. 
 
   Finalmente,  durante su visita al país, la delegación de la CIDH 
también recibió denuncias  por parte de periodistas independientes y 
comunitarios quienes, debido a la  alegada ausencia de medios de 
comunicación nacional en la cobertura de los  conflictos, habrían 
decidido reportar a través de redes sociales y blogs. Según  lo 
informado, estos periodistas habrían recibido amenazas de muerte y 
amedrentamiento  por parte de grupos privados de choque, tales como los 
así denominados  “Resistencia Juvenil Cochala”. 
Asimismo, periodistas, 
familiares de víctimas y  heridos han denunciado la falta de acceso a la
 información pública durante la  transición de gobiernos. Sobre el 
particular, fue informado que a los  familiares de los heridos en la 
masacre de Sacaba se les habría sido negada  información en el Hospital 
Viedma de Cochabamba.  
 
   Por todo  lo expuesto, la Comisión recuerda al Estado que el rol 
de la prensa en una  sociedad democrática es fundamental, más en 
situaciones de alta tensión social  y violencia, en las cuales el 
ejercicio de la profesión periodística constituye  una forma de 
denunciar violaciones de los derechos humanos y garantizar la  dimensión
 colectiva de la libertad de expresión, esto es, el derecho de la  
sociedad como un todo a estar informada. Es igualmente importante el 
papel de  la prensa en el curso de las protestas sociales, y el Estado 
debe garantizar  que ésta puedan ejercer su labor periodística sin ser 
objeto de  detenciones, amenazas, agresiones o limitaciones en cualquier
 forma. 
 
   La CIDH  también recuerda al Estado de Bolivia que los 
funcionarios públicos tienen el  deber de asegurarse de que con sus 
pronunciamientos no estén lesionando los  derechos de quienes 
contribuyen a la deliberación pública mediante la expresión  y difusión 
de su pensamiento, tales como periodistas, medios de comunicación y  
organizaciones defensoras de derechos humanos; y que deben atender al 
contexto  en el cual se expresan para asegurarse de que sus expresiones 
no constituyan  formas de injerencia directa o indirecta o presión 
lesiva en los derechos de  quienes pretenden contribuir a la 
deliberación pública mediante la expresión y  difusión de su 
pensamiento. 
 
Asilo y refugio 
 
   Según  fue relatado al equipo de la CIDH, varios funcionarios que
 conformaron el  gabinete de gobierno del Presidente Evo Morales habrían
 recibido asilo en sedes  diplomáticas, específicamente en las de 
Argentina y México. Sin embargo, según  lo relatado, el Gobierno 
interino se habría rehusado a expedir los  salvoconductos que dichos 
exfuncionarios requieren para salir del país,  aduciendo distintas 
razones, entre ellas, la apertura de investigaciones  penales en su 
contra, o su papel en ciertas negociaciones que están en curso.  La 
Comisión toma nota de la información de que a algunos de los familiares 
de  esos funcionarios se les habrían otorgado salvoconductos, pero a 
ellos no, lo  cual podría afectar la integridad de sus familias. 
 
Uso de la violencia por grupos privados y ciudadanos particulares 
 
   La  Comisión destaca que los enfrentamientos violentos entre 
personas particulares  han sido una constante de las manifestaciones y 
protestas. Desde el primer día  del paro cívico, se registraron 
enfrentamientos en Santa Cruz en la zona del  Plan 3000, en los cuales 
por lo menos una persona resultó herida. 
Asimismo,  personas 
entrevistadas por la delegación de la Comisión reportaron  la  
participación directa en la violencia de grupos privados de diferente 
tamaño y  con distintos niveles de armamento, así como de 
enfrentamientos de distintos  grados de violencia ocurridos en el curso 
de las manifestaciones. 
Según la  información recibida, dichos grupos 
habrían actuado en ocasiones en asociación  con, o bajo la tolerancia 
de, agentes del Estado, incluidos miembros de la  fuerza pública. Tal es
 el caso, en particular, de la autodenominada  “Resistencia Cochala”, 
grupo armado y motorizado al que se ha señalado  consistentemente de 
participar en los desórdenes sociales ejerciendo control  violento e 
intimidación sobre amplios sectores de la sociedad, y afectando en  
particular la integridad personal y la circulación de las personas. 
Algunos de  estos grupos privados ejercen control territorial y limitan 
la circulación  sobre amplios sectores de las ciudades; incluso sobre la
 Plaza Murillo, en La  Paz, donde se encuentran las oficinas del Alto 
Gobierno y del Poder  Legislativo. 
 
   Según se  informó a la Comisión, el 9 de noviembre, numerosas 
personas provenientes de  Chuquisaca y Potosí marcharon hacia La Paz 
pidiendo la renuncia del entonces  Presidente Evo Morales, pero habrían 
sido retenidas y torturadas en el sector  de Vila Vila por un grupo de 
particulares, comuneros de Huancane, que  bloquearon el camino e 
ingresaron a los buses, desnudaron a hombres y mujeres,  y les 
amarraron, los obligaron a arrodillarse y acostarse sobre el asfalto  
caliente, los apedrearon, rociaron con gasolina y golpearon, además de 
robar  sus documentos y pertenencias. Simultáneamente, otros grupos 
afines al MAS  habrían bloqueado distintos puntos de esa misma carretera
 para evitar el  ingreso de dichos manifestantes a La Paz. La 
confrontación habría generado al  menos 34 personas heridas; quienes 
pretendían marchar se replegaron a la  localidad de Challapata, y hubo 
una situación de toma recíproca de rehenes de  ambos grupos, que fue 
resuelta con la mediación de la Defensoría del Pueblo. 
 
   Asimismo,  se denunció que el activista y defensor Julio Llanos, 
adulto mayor que abogaba  por los derechos de las víctimas de la 
dictadura, fue golpeado el 29 de octubre  por dos personas que 
participaban en una marcha que pasaba frente a su lugar  permanente de 
activismo ante el Ministerio de Justicia en La Paz, y luego de  estar 
hospitalizado por más de un mes, falleció a consecuencia de la agresión. 
 
   La Comisión  también tuvo conocimiento de que entre los días 28 y
 31 de octubre grupos de  mineros afines al partido MAS habrían hecho 
estallar grandes cantidades de  explosivos para dispersar las protestas 
en La Paz, sin que las autoridades de  policía o gubernamentales lo 
impidieran o les impusieran las sanciones de ley. 
 
   Según la  datos presentados por la Defensoría del Pueblo a la 
CIDH, el 30 de octubre, en  enfrentamientos entre manifestantes y 
personas que querían dispersarlos,  murieron en el municipio de Montero 
los señores Mario Salvatierra, Marcelo  Terrazas y Marcelino Jarata, 
todos ellos al parecer por impactos de bala, que  según el Instituto de 
Investigaciones Forenses no corresponderían a armas de  dotación 
reglamentaria de las fuerzas de seguridad del Estado. De igual manera,  
una confrontación en el municipio de Vinto, el día 6 de noviembre, entre
  personas que apoyaban el paro cívico y grupos llegados del campo, 
causó la  muerte del joven Limbert Guzmán Vásquez, al parecer por 
fractura craneal con  objeto contundente. 
 
   La  Comisión nota que la violencia desembocó también en numerosos
 actos de  incendio, saqueo, destrucción y amedrentamiento. En 
Cochabamba el 23 de octubre  una manifestación de estudiantes de la 
Universidad Mayor de San Simón recorrió  las calles, y un grupo de la 
misma marcha destrozó el edificio de la sede de  las Seis Federaciones 
del Trópico de Cochabamba y del MAS. Además, el 21 de  octubre fue 
quemado por un grupo de manifestantes el edificio del Tribunal  
Electoral Departamental de Chuquisaca, con saldo de tres personas 
heridas, y el  22 de octubre marchistas quemaron las oficinas del 
Tribunal Electoral  Departamental de Potosí, del Tribunal Electoral 
Departamental de Beni y del  Servicio de Registro Cívico de Beni, así 
como el Tribunal Electoral Departamental  de Santa Cruz. 
 
   El 9 de  noviembre, también, quemaron la casa del gobernador del 
Departamento de Oruro,  quien renunció públicamente, así como la del 
Alcalde municipal de Oruro, a  quien también quemaron su emisora de 
radio, motivando su renuncia. La Comisión  observa que fueron quemadas o
 destruidas y saqueadas también las residencias y  demás propiedades de 
la hermana del entonces presidente Evo Morales, del  gobernador del 
departamento de Chuquisaca, del ex diputado y presidente de la  Cámara 
de Diputados Víctor Borda -cuyo hermano fue tomado como rehén-, del  
senador del MAS Omar Aguilar, de la asambleísta departamental del MAS 
Sandra  Siñani, del diputado David Ramos, del Ministro de Minería y 
Metalurgia César  Navarro -así como la casa de su madre en la ciudad de 
Potosí-, del entonces  presidente Evo Morales, del Ministro de la 
Presidencia Juan Ramón Quintana, de  la Alcaldesa de El Alto, Soledad 
Chapetón, y del dirigente indígena Nelson  Condori, representante de la 
Confederación Sindical Única de Trabajadores  Campesinos de Bolivia, en 
el municipio de Guaqui; asimismo, del Rector de la  Universidad Mayor de
 San Andrés y dirigente del CONADE, Waldo Albarracín.
 
   Al  respecto, la CIDH destaca que más de 40 funcionarios públicos
 de todos los  niveles y ramas del poder renunciaron en cadena por temor
 a ser víctimas de  actos como estos, incluyendo varios senadores, 
diputados, alcaldes,  gobernadores, ministros, y viceministros, entre 
otros. Varios familiares de los  funcionarios públicos respectivos 
también fueron víctimas de actos violentos,  ataques, retenciones, 
insultos y otro tipo de agresiones, incluyendo sus  cónyuges, hijos, 
padres y hermanos. La Comisión observa que, asimismo, el 10 de  
noviembre, empresas y organizaciones particulares fueron afectadas por 
saqueos,  incendios y destrozos, como fue el caso del incendio de 64 
buses del servicio  público en La Paz. 
 
   En este  contexto, la CIDH recuerda que el Estado tiene la 
obligación de investigar los  hechos de violencia, saqueo, incendio y 
destrucción en los que han participado  personas particulares, 
identificando, juzgando y sancionando a los  responsables, máxime cuando
 han resultado personas heridas durante los mismos.  Además, tiene la 
obligación de impedir que grupos privados ejerzan la  violencia; de 
investigar los hechos en los que han participado; y en el caso de  que 
lo hayan hecho en connivencia, en asociación, o bajo la permisividad o  
inacción de las autoridades estatales, el Estado de Bolivia debe 
investigar y  sancionar a los funcionarios públicos que han permitido 
dichas conductas.
 
Bloqueos de vías, bienes y servicios básicos 
 
   La  Comisión toma nota de que desde el 23 de octubre, momento en 
que se inició el  paro general, se empezaron a generar bloqueos a la 
circulación de personas y  bienes en todo el país por parte de 
manifestantes, tanto en aeropuertos y  carreteras como en las calles de 
las principales ciudades. Los bloqueos  afectaron tanto a líderes 
sociales, tales como el presidente del Comité Cívico  Pro Santa Cruz, 
como a legisladores nacionales y a ciudadanos del común,  quienes se 
habrían visto obligados a acatar las restricciones a la circulación  y 
acceso impuestas por distintos sectores sociales y por la fuerza 
pública. 
Al  respecto, los presidentes del Senado y la Cámara de 
Diputados relataron a la  CIDH haber sido sometidos a interrogatorios y 
vejámenes antes de poder acceder  al recinto de la Asamblea Legislativa 
en La Paz. Según la información recibida,  algunos de los puntos de 
control estarían siendo operados por grupos armados  privados que 
habrían actuado en connivencia con la Policía y las Fuerzas  Armadas. 
 
   Se  informó a la delegación de la Comisión que la principal 
consecuencia directa de  los bloqueos, ha sido la escasez de alimentos, 
combustibles y bienes básicos,  además del aumento de precios. También 
se han visto afectados los servicios de  salud y de educación, así como 
el sector turístico.  
 
Afectaciones a la institucionalidad y la administración pública 
 
   Por otra  parte, la Comisión también recibió información relativa
 a diversos tipos de  afectaciones por acciones violentas sufridas por 
funcionarios públicos, tanto  civiles como policiales y militares, que 
habrían sido víctimas de violencia en  el contexto de la crisis 
sociopolítica. La Comisión destaca el caso de la  alcaldesa del 
municipio de Vinto, Patricia Arce, quien el día 6 de noviembre  fue 
sometida a humillación y violencia física y verbal públicamente por un  
grupo privado de personas, mediante actos que incluyeron cortarle el 
pelo,  empaparla de pintura y otros químicos, remover parcialmente su 
ropa y conducirla  forzadamente en público por un camino de insultos, 
gritos y agresiones  colectivas. La CIDH considera dichos hechos de la 
mayor gravedad e insta al  Estado a investigar, juzgar y sancionar a sus
 responsables. 
   La CIDH  también ha sido informada sobre la muerte de agentes de la 
Policía en los  disturbios. En particular, tuvo conocimiento de la 
muerte del Sargento de la  Policía Juan José Alcon Parra, por agresiones
 que sufrió el día 11 de noviembre  durante el saqueo y toma del Comando
 Regional de la Policía de El Alto. Así  mismo, se denunció la muerte 
del Teniente Coronel Heybert Antelo, comandante de  la Unidad Táctica de
 Operaciones Policiales (UTOP) de La Paz, quien falleció en  el servicio
 el 12 de noviembre tras sufrir una emboscada en un punto del bloqueo  
en la ciudad de El Alto. 
 
   Adicionalmente,  la Comisión recibió información sobre saqueos e 
incendios de entidades públicas  por turbas violentas. Entre otros, se 
destacan, el ataque y  saqueo del hospital municipal de la zona La 
Portada, el 10 de noviembre; de la  Estación de Policía Integral EPI-Sur
 de Cochabamba, el 11 de noviembre; de las  oficinas de Tránsito, 
Radiopatrullas y el Comando Regional de la FELCC de la  Ceja de El Alto,
 el 11 de noviembre; y de la Estación Policial Integral 5 de la  zona de
 Ventilla en El Alto, que fue destrozada. 
 
   La  Comisión observa con preocupación la práctica reiterada de 
cercar despachos y  oficinas públicas estatales por parte de grupos de 
manifestantes, impidiendo el  acceso y salida de funcionarios y 
ciudadanos, con distintos propósitos y  duraciones. La delegación 
recibió información de que el 4 de noviembre se cercó  el Palacio de 
Justicia en Santa Cruz, así como las oficinas de la Fiscalía  General 
del Estado y del Tribunal Constitucional en Sucre. El 5 de noviembre se 
 cercaron las oficinas de Impuestos Nacionales, el Banco Unión, la 
Aduana  Nacional, la Fiscalía, el YPFB, el INRA, Migración y la 
Dirección de Trabajo en  Santa Cruz. El mismo día, una marcha de 
empleados del magisterio encerró las  oficinas del Servicio de Impuestos
 Nacionales, el Banco Unión, la Alcaldía y la  Gobernación de Oruro; y 
el 6 de noviembre se cercaron numerosas instituciones  públicas en La 
Paz incluyendo el Tribunal Departamental de Justicia, la  Fiscalía 
Departamental, el Ministerio de Educación y la Jefatura Departamental  
del Trabajo.
 
   Al  respecto, la CIDH toma nota de que la Defensoría del Pueblo 
en particular ha  sido objeto de varios cercos de este tipo e intentos 
de toma, entre otras los  días 30 de octubre en Potosí, 4 de noviembre 
en Cochabamba, 6, 7 y 27 de  noviembre en La Paz. 
 
   El  principal efecto de estos bloqueos ha sido el de generar 
temor entre los  funcionarios públicos y ciudadanos atrapados, así como 
bloquear la provisión de  los servicios y funciones que cada una de 
estas entidades cumple y presta a la  ciudadanía, por lo menos durante 
el tiempo que duren encerradas por la  muchedumbre.
 
Conclusiones previas 
 
   La  Comisión observa con extrema preocupación que, en el contexto
 de la violencia  sociopolítica generalizada que se desencadenó en los 
períodos previo y  posterior a las elecciones generales, caracterizada 
por la polarización, la  hostilidad y el odio en las relaciones 
sociales, fundados en la discriminación,  la intolerancia y el racismo, 
se ha registrado una serie de graves violaciones  de derechos humanos de
 amplio espectro y lamentables consecuencias, mucho más  allá del 
contexto de la protesta social, al nivel más estructural y fundamental  
de la sociedad boliviana, con profundas repercusiones sobre la vida 
cotidiana  del país. 
 
   La  Comisión considera que cualquier salida a la crisis 
sociopolítica, para ser  compatible con la Convención Americana sobre 
Derechos Humanos, debe priorizar  el respeto a los derechos de la 
persona humana y a la institucionalidad  democrática, sobre los que se 
erige el Estado de Derecho.  De tal suerte  que la transición hacia la 
paz debe darse por las vías constitucionalmente  previstas, cesando de 
inmediato la violencia y el uso excesivo de la  fuerza.  Construir un 
diálogo nacional amplio y respetuoso se hace imperativo  para retomar la
 concordia, la convivencia pacífica y la tolerancia social y  política 
en Bolivia, en apego a los derechos humanos amparados en la Convención  
Americana. 
 
   En este  preciso sentido, la Comisión toma nota, como un factor 
de distensión positivo,  de la convocatoria legislativa a las 
elecciones, e insta a la pronta  determinación de la fecha en que se 
realizarán tales comicios. La importancia  jurídica, política y social 
de las elecciones presidenciales y legislativas  próximas exige del 
Estado la adopción de medidas dirigidas a garantizar el  ejercicio pleno
 no solamente de los derechos políticos, sino de todos los  derechos de 
los ciudadanos bolivianos.
 
   La  Comisión toma nota de la reciente expedición del Decreto 
Supremo 4100, que  establece una indemnización monetaria y servicios de 
salud para las familias de  las víctimas mortales y los heridos durante 
la crisis sociopolítica, y dispone  que una vez pagada tal 
indemnización, los familiares de las víctimas “tendrán  por reparado su 
derecho ante cualquier instancia internacional”. 
La CIDH  advierte que 
una norma administrativa nacional como ésta no puede jurídicamente  
cerrar u obstruir el acceso de esas personas al Sistema Interamericano 
de  Derechos Humanos. El derecho de petición ante el Sistema 
Interamericano no resulta  afectado en su vigencia o contenido por este 
tipo de medidas de carácter  nacional, pues tiene su fundamento en las 
obligaciones convencionales  internacionales del Estado de Bolivia. 
Más 
aún, la CIDH resalta que la  compensación monetaria es solo uno de los 
componentes del derecho a la  reparación integral que tienen las 
víctimas de la violencia electoral en  Bolivia; tal derecho a la 
reparación también les da un título jurídico para  reclamar del Estado 
medidas de satisfacción, justicia, verdad, rehabilitación y  garantías 
de no repetición, ante instancias internacionales y nacionales. 
 
Recomendaciones preliminares de la CIDH 
 
   Con base  en sus observaciones y a la luz de las normas que rigen
 el Sistema  Interamericano de Derechos Humanos, en particular la 
Convención Americana sobre  Derechos Humanos, la CIDH recomienda en 
forma preliminar al Estado  de Bolivia:
    
- Crear un mecanismo de investigación       internacional sobre 
los hechos de violencia ocurridos en Bolivia a partir de       octubre 
de 2019, con garantías de autonomía e independencia para asegurar       
el derecho a la verdad e identificar debidamente a los responsables;    
   específicamente, un Grupo Internacional de Expertos Independientes. 
 
    
- Respetar y garantizar el goce pleno de los       derechos a la
 protesta, a la libertad de expresión, a la reunión pacífica       y a 
la participación política de la población. En esa misma medida,       
asegurar que los operativos de seguridad con respecto a protestas y     
  manifestaciones se ejecuten según protocolos de actuación que estén   
    acordes con los estándares internacionales relativos al uso de la 
fuerza       por los agentes encargados de hacer cumplir la ley. 
 
    
- Tomar medidas dirigidas al cese de la       violencia
 y de la represión armada de las protestas sociales. Como medio       
idóneo para ello, suspender el despliegue masivo de miembros de las     
  Fuerzas Armadas y de la Policía por las calles de las ciudades y      
 poblaciones de Bolivia, y restablecerlos a sus posiciones normales en  
     tiempos de paz, conforme a sus criterios usuales de mando y 
disposición.       Igualmente, cesar de inmediato la represión a los 
manifestantes y la       detención arbitraria de quienes participan de 
las protestas, así como       garantizar la vida, integridad y seguridad
 de todas las personas que se       están manifestando y ejerciendo sus 
derechos y libertades públicas. 
 
    
- Desmantelar los grupos armados particulares       que han 
ejercido la violencia contra la población civil en todo el país,       
del bando que sean. 
 
    
- Establecer un plan de atención inmediata y       reparación integral para las víctimas y sus familias. 
 
    
- Sistematizar la información de las personas       
atendidas en los hospitales públicos y privados como consecuencia de las
       protestas sociales. El registro debe ser específico, indicando 
fecha de       ingreso, causa de las lesiones, tratamiento proporcionado
 y en su caso       motivos de muerte; dicha información debe ser 
pública y desagregada como       mínimo por edad y sexo, y debe proveer 
un sustento informativo básico para       las acciones de reparación de 
los perjuicios causados, incluyendo la       garantía por parte del 
Estado de que a las personas heridas y lesionadas       se les provea 
atención integral en salud sin costo adicional para ellos. 
 
    
- Entregar los salvoconductos a las personas que       se 
encuentran asiladas en las embajadas de México y Argentina, o en otras  
     sedes diplomáticas, para que así puedan ejercer su derecho humano a
       obtener asilo y refugio, en forma tal que no se fragmenten sus 
respectivos       núcleos familiares. 
 
    
- Fortalecer la Defensoría del Pueblo, proteger       a sus 
funcionarios y respetar su autonomía e independencia para que pueda     
  cumplir sus funciones sin intervención política de ninguna índole. 
 
    
- Realizar una revisión legal independiente e       
individualizada de todas las imputaciones hechas a las personas 
arrestadas       y detenidas durante las protestas, y liberar en forma 
inmediata a quienes       estén detenidos en forma arbitraria o 
injustificada a la fecha de hoy, en       centros de detención de 
cualquier tipo. Asimismo, respetar las garantías       del debido 
proceso de las personas que permanecen detenidas por hechos       
relacionados con las protestas, y asegurar su acceso a una defensa 
técnica       y a la administración de justicia. 
 
    
- Garantizar el ejercicio del derecho a la       libertad de 
expresión de conformidad con los estándares interamericanos,       en 
particular mediante la protección de los periodistas, comunicadores y   
    trabajadores de los medios frente a persecuciones, intimidaciones,  
     hostigamientos, agresiones de cualquier tipo, y mediante el cese de
       acciones estatales que intervengan con el libre funcionamiento de
 los       medios de comunicación. En relación con éstos últimos, el 
Estado debe       garantizar el respeto de la independencia de los 
medios y abstenerse de       aplicar formas directas o indirectas de 
censura. 
 
    
- Garantizar que los periodistas y comunicadores       
que se encuentran realizando su labor informativa en el marco de una    
   manifestación pública no sean detenidos,  amenazados, agredidos o    
   limitados en cualquier forma en sus derechos por estar ejerciendo su 
      profesión. Su material y herramientas de trabajo no deben ser 
destruidos       ni confiscados por las autoridades públicas. La 
protección del derecho a       la libertad de expresión exige que las 
autoridades aseguren las       condiciones necesarias para que los y las
 periodistas puedan cubrir hechos       de notorio interés público como 
los referidos a las protestas sociales. 
 
    
- Conducir desde el más alto nivel del Estado un       
proceso nacional de diálogo y reconciliación que permita desactivar las 
      tensiones y hostilidades latentes en la sociedad boliviana. 
 
    
- Adoptar medidas para investigar       diligentemente,
 juzgar y sancionar a los responsables de todos los actos       de 
violencia cometidos durante las protestas. 
 
    
- Es deber del Estado proteger a quienes       
testificaron, y continuarán testificando, ante la CIDH. Sin perjuicio de
       la procedencia de medidas cautelares interamericanas para casos 
concretos,       en tanto medida preventiva básica, la CIDH solicita 
formalmente al Estado       boliviano que adopte las disposiciones 
necesarias para garantizar la vida,       integridad personal y 
seguridad de todas y cada una de las personas que       testificaron 
ante la Comisión Interamericana en su visita y dialogaron de       
alguna forma con ella. De especial interés es la situación de las 
personas       privadas de la libertad y hospitalizadas con las que 
habló el equipo       técnico de la CIDH, con respecto a las cuales se 
urge al Estado que brinde       una protección inmediata mediante las 
medidas más expeditas y eficaces. El       Estado también deberá 
abstenerse de tomar represalias, o de permitir que       se tomen 
represalias, en su contra. 
 
    
- Comprometerse a instalar de un Mecanismo       
Especial de Seguimiento en Materia de Derechos Humanos para Bolivia para
       operar en el territorio nacional y contribuir a la pacificación 
social. 
 
    
- Llamar a la CIDH a realizar una visita in loco       
por la CIDH a la mayor brevedad, que haga posible a la Comisión ampliar 
el       marco temporal de verificación de la situación de los derechos 
humanos en       el país, incluyendo en su análisis hechos, procesos y 
factores causales       anteriores al periodo estricto de las 
observaciones, que pueden tener alto       valor explicativo. 
 
    
La CIDH es un órgano principal y autónomo de la Organización de 
los Estados Americanos (OEA), cuyo mandato surge de la Carta de la OEA y
 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. La Comisión 
Interamericana tiene el mandato de promover la observancia y la defensa 
de los derechos humanos en la región y actúa como órgano consultivo de 
la OEA en la materia. La CIDH está integrada por siete miembros 
independientes que son elegidos por la Asamblea General de la OEA a 
título personal, y no representan sus países de origen o residencia.
No. 320/19